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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La OTAN se precipita

Las nuevas ampliaciones de la Alianza están mal preparadas y resultan prematuras

La OTAN se está precipitando en unas ampliaciones poco preparadas -en el caso de Croacia y Albania-, con el riesgo de provocar un veto de uno de sus miembros -Grecia ante una Macedonia cuyo nombre no acepta- y de profundizar en el desencuentro con Rusia ante la invitación a Ucrania y Georgia. La razón de estas prisas no hay que encontrarla en las necesidades de la OTAN o de estos países, ni siquiera en el deseo de Washington de que algunos de ellos, como Georgia, sigan contribuyendo militarmente en Irak y Afganistán, sino en el legado que quiere dejar Bush a menos de un año de su salida de la Casa Blanca.

Durante sus dos mandatos, la OTAN se habrá ampliado con siete nuevos miembros, a los que habría que sumar los tres a los que se intenta invitar en Bucarest, además de Ucrania y Georgia, a los que quiere abrir la puerta Bush. Todo ello cuando no se sabe bien para qué sirve hoy esta Alianza Atlántica, pieza clave en la guerra fría, que libra una guerra mal llevada en Afganistán o cuya presencia en Kosovo es objeto de debate.

De camino hacia su última cumbre atlántica, que empieza hoy en Bucarest, Bush hizo un alto de 24 horas en Kiev, donde prometió que apoyaría el ingreso de Ucrania, sin importarle que una mayoría de su población esté en contra.

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No cabe excluir de forma permanente a Ucrania y Georgia pero hay que preguntarse si tal paso añade algo a su seguridad o a la de la OTAN. Una prioridad de la Alianza debe ser cómo profundizar una colaboración con Rusia que lleve, eventualmente, a Moscú a disipar todo malentendido sobre la OTAN, e incluso a integrarse en ella algún día aunque ahora resulte impensable. No equivale a darle derecho de veto a Rusia, pero sí hay que evitar que los aliados se dividan y que se radicalice el sentimiento antioccidental del país europeo situado más al Este.

También sería un error que una cuestión de disputa con Grecia sobre el nombre de Macedonia incorporara un problema a la Alianza. Otra equivocación es que, por las prisas, se rebajen el nivel de exigencia y los plazos para considerar preparadas a Croacia, Albania y Macedonia. En los dos últimos casos no lo están. La OTAN requiere una pausa para saber qué quiere ser, con quién y cómo, respuestas que difícilmente saldrán de Bucarest.

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