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Columna
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Menos margen de maniobra

No creo que en esta legislatura el Gobierno socialista vaya a tener un margen de maniobra superior al que tuvo en la legislatura pasada y que vaya a ser más fácil, en consecuencia, la tarea de dirigir políticamente el país. La composición del Congreso de los Diputados parece dar esa impresión, pero se trata, en mi opinión, de una apariencia engañosa.

Es cierto que no hay, ni política ni parlamentariamente, alguna alternativa imaginable a la del Gobierno socialista y que, por tanto, resulta indiscutible la necesidad de que el PSOE dirija la acción de gobierno. No es menos cierto que todos los demás partidos están en una posición difícil. El PP porque, a pesar de haber aumentado su apoyo electoral, ha perdido por segunda vez con un candidato que había sido ungido como presidente in péctore y que, como consecuencia de ello, tiene abierto un problema sucesorio en su liderazgo, del que no sabe cómo va a salir. Su posición electoral es sólida, pero su posición política no lo es. Los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos están en horas bajas desde hace ya algunos años. Los resultados del 9-M vienen a sumarse a otros resultados negativos anteriores. IU se ha quedado como fuerza casi extraparlamentaria.

El PSOE sigue necesitando aliados, no sólo para la investidura sino para la acción de gobierno

La combinación de la fortaleza del PSOE, que ha tenido el 9-M casi los segundos mejores resultados de su historia, ya que prácticamente ha tenido el mismo porcentaje de las elecciones de 1986 y el desconcierto político en el principal partido de la oposición y político y electoral en todos los demás del arco parlamentario, parece que deberían facilitar la acción del Gobierno.

Ello supone admitir que la debilidad de los demás facilita la acción de gobierno. No creo que sea así. En la competición deportiva lo es y posiblemente también lo sea en la competición en las demás esferas de la vida en sociedad. Pero no en la competición política, sobre todo después de que ha finalizado la competición electoral y se trata de gobernar.

La debilidad de una fuerza política la hace mucho menos fiable. Entenderse con la CiU dirigida por Jordi Pujol era más fácil que entenderse con la CiU de Artur Mas y Durán Lleida. Y la fiabilidad del acuerdo alcanzado muy superior. De la misma manera que lo era con el PNV de Ardanza y Arzallus que con el de Ibarretxe y Urkullu o incluso que con el de Josu Jon Imaz.

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Zapatero necesita siete escaños no para la investidura, sino para gobernar. Este año tiene dos investiduras, la de abril y la de los Presupuestos Generales, que van a tener que ser presentados en un escenario de crisis económica de bastante envergadura. Y de nada vale la primera investidura si no se tiene garantías de que se va a conseguir la segunda. Y así todos los años de la legislatura.

Yo veo más difícil conseguir esa mayoría de investidura continuada con la composición del actual Congreso que con la del anterior. Entre otras cosas, porque el 14-M de 2004 vino después de ocho años de Gobierno de PP de José María Aznar, cuatro de ellos con mayoría absoluta y de la manipulación del atentado del 11-M, que facilitó que la alternancia fuera recibida con una sensación de alivio no sólo por el electorado socialista, sino también por muchos ciudadanos que nunca han votado ni votarán previsiblemente al PSOE. Zapatero contó con un depósito de confianza por las circunstancias en las que llegó al Gobierno, con el que no va a contar en esta legislatura. El temor al PP no va a ser un factor de cohesión en torno al Gobierno. No es previsible, además, que el PP vaya a cometer los mismos errores de la pasada legislatura y facilitar la convergencia de todos los partidos con el Gobierno contra él.

El PSOE sigue necesitando aliados, parlamentaria y políticamente, en esta legislatura. No sólo para la investidura sino para la acción de gobierno. No veo a esos aliados con claridad en el actual Congreso. En la pasada legislatura las alianzas sí resultaban claras en el punto de partida, aunque después las cosas se complicaran como consecuencia de la reforma del Estatuto para Cataluña, pero en esta no están nada claras ni en el punto de partida.

Por lo demás, no se debe olvidar que la representación parlamentaria es una síntesis muy simplificada de la sociedad. La relación de escaños entre PSOE e IU es de 84,5 a 1, pero la de votos es de 11 a 1. El potencial deslegitimador del Gobierno desde la izquierda no está en los dos escaños, sino en el millón de votos.

El tejido de complicidades que el PSOE tiene que construir en esta legislatura para gobernar es más complicado que el que construyó en la pasada. Y tiene que empezar a construirlo ahora. Creo que se equivocaría si piensa que tiene margen para ir maniobrando a lo largo de la misma.

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