Las ofertas de empleo, cerca de casa, por favor
España está entre los países europeos con menos movilidad geográfica de sus empleados - El apego a la familia, la vivienda en propiedad y el bajo nivel de idiomas disuaden de trabajar fuera
Un experto habla de la movilidad geográfica como una oportunidad estupenda de regular los mercados de trabajo, de disminuir el desempleo, de aprovechar mejor el capital humano, de compensar desigualdades, de desarrollo económico...
El 80% de los jóvenes prefiere un empleo en su misma localidad
La cercanía de la familia es muchas veces fundamental para conciliar
Pero un trabajador, ante un empleo en otro sitio (otra región, otro país), aunque sea para mejor, se pone a darle vueltas también a la idea de alejarse de su entorno de amigos, de su familia, de buscar casa en un lugar donde quizá las costumbres y la forma de vida difieran un poco, o mucho, de las suyas. Y a juzgar por las cifras, a la gran mayoría de los españoles les pesa más todo eso que las oportunidades laborales. Dentro de una Europa que se mueve más bien poco -mientras un 1,5% de los europeos está contratado en otro Estado miembro, la movilidad geográfica en EE UU es del 5,9%-, España está por debajo de la media, tanto en movimiento dentro del país como hacia fuera.
Sólo el 15% de los trabajadores españoles, de todas las edades, puede poner en su currículo alguna experiencia fuera de su región o país, según el Eurobarómetro de 2005. Una cifra que está cinco puntos por debajo de la media europea, y muy lejos de Alemania, Reino Unido o Francia. Y si nos acercamos sólo a la movilidad interior, la situación tampoco varía mucho. Según los datos de ese mismo informe, el 9% de los trabajadores se ha movido alguna vez de región a trabajar, seis puntos por debajo de la media europea, y sólo por encima de nueve países de la UE, entre otros, los vecinos del sur como Portugal o Italia.
El Año de la Movilidad de los trabajadores en Europa fue impulsado por la Comisión Europea en 2006. Entre las razones que daban estaba que en Europa existen entre dos y tres millones de empleos sin cubrir mientras que la tasa de desempleo se sitúa alrededor del 10%, el 25% entre los jóvenes. Y, aunque la movilidad tiene luces y sombras -la movilidad forzosa, la pérdida de talento en algunas zonas o las voces que aseguran que no sirve para reducir el paro-, hay multitud de estudios, informes y expertos que abogan por fomentar el movimiento voluntario, sobre todo para incrementar las oportunidades de los trabajadores y, sobre todo, para los más formados. El Observatorio de Inserción Laboral de la Universidad de Valencia concluía un estudio con más de 2.000 recién licenciados (en los cinco años anteriores) que los que se han movido de su provincia, comunidad o del país tienen un sueldo un 30% mejor que los que se quedaron y están más satisfechos con su empleo.
A Elena Bobadilla (30 años) le tiró más un trabajo mejor en Madrid que seguir viviendo con su hermana y su novio en Logroño, a 35 kilómetros de su pequeño pueblo natal, Baños de Río Tobía, donde vive su familia. Ella pasó hace un par de meses a formar parte de ese porcentaje pequeñito de trabajadores viajeros. Eso sí, después de darle muchas vueltas y de recibir el apoyo de su gente -"Preferimos verte los fines de semana contenta que todos los días aburrida y desmotivada", le dijeron-. Ahora, jefa de departamento en la Entidad Nacional de Acreditación (el organismo español más importante en temas de verificación de calidad), esta bióloga ha vuelto a sus tiempos de estudiante en lo que a la vivienda se refiere (está compartiendo piso con dos personas desconocidas hasta hace unos meses), habla todos los días un par de horas a través de una webcam con su chico y su hermana, y los fines de semana los suele pasar en Logroño.
Elena, licenciada en Químicas, cumple los dos rasgos fundamentales de la gente más dispuesta a moverse: joven, con alta formación y sin hijos. Pero el caso es que España se sitúa por debajo de la media europea en cuanto a la movilidad de directivos -sólo un 13% está dispuesto a cambiar de residencia, incluso dentro de España, frente a una media del 27% en la UE, según una encuesta del Instituto de Empresa IESE- y de sus recién graduados -el 11% ha trabajado fuera de España, frente al 15% de la UE, según una encuesta de la Agencia de Calidad de las universidades (Aneca)-. Cifras que no extrañan si se mira también el estudio de Bancaja de 2005 sobre los jóvenes y el mercado de trabajo, que señaló que el 80% prefiere un empleo en su misma localidad. El catedrático de Psicología Social y de las Organizaciones José María Peiró es uno de los autores de aquel estudio y dirige el Observatorio de Inserción Laboral de la Universidad de Valencia. Para él, no hay más que echar un vistazo al número de universitarios que estudia en su región o provincia: 9 de cada 10.
Peiró echa mano de motivos culturales para explicarlo. "Si se miran las cifras, los países con menor movilidad son los del sur de Europa, donde existen unas redes familiares muy fuertes". Pero no se trata sólo de la morriña o de la comida de los domingos, sino de necesidad. "Mientras que en otros países europeos, sobre todo en el norte, están cubiertas por el Estado ciertas necesidades para conciliar la vida laboral y familiar, en el sur están menos desarrolladas estas políticas, por lo que existe mucho apoyo de las redes familiares", explica Peiró.
La dificultad para emanciparse, tanto por el precio de la vivienda y la falta de alquileres, como por los sueldos, completan el círculo. Los jóvenes son los más dispuestos, en general, a moverse, pero en España no logran moverse siquiera del domicilio familiar hasta la treintena. La edad media a la que los españoles se emancipan, los 29 años, es de las más altas de la UE. Casi el 40% de los titulados universitarios sigue viviendo con sus padres cinco años después de terminar la carrera, según el informe de inserción laboral de la Aneca. De los otros 12 países estudiados en ese informe, sólo Italia está cerca del porcentaje español. De los demás, ninguno llega al 20% y en países como Noruega, Finlandia, Alemania u Holanda la cifra es prácticamente anecdótica.
Pero los españoles tienen otro gran problema a la hora de moverse de país: el segundo idioma. El 65% reconoce que no puede hablar, leer ni escribir en inglés, un porcentaje sólo superado en su entorno por búlgaros, húngaros y turcos. Un problema antiguo en la educación española y que sobrepasa el de otros países, pero común en todo el continente. "La movilidad en Europa está muy lejos de la de Estados Unidos. Las razones más importantes son los diferentes idiomas, el miedo a perder los beneficios sociales de tu país y la cercanía de las redes sociales, cuestiones, todas ellas, que no tienen fácil solución", asegura Jan Goeman, experto de la consultora PricewaterhouseCoopers.
Dentro de España, el movimiento tampoco es mayor. Superadas las necesidades imperiosas de trabajo que movilizaron grandes migraciones hasta los años ochenta -"En España, ahora hay trabajo en casi todas partes", señala el profesor del IESE José Ramón Pin-, las cifras se estancaron, aunque han subido ligeramente en los últimos años, probablemente gracias a los inmigrantes, mucho más dispuestos a cambiar de comunidad si lo ven necesario -su tasa de movilidad entre provincias es cinco veces mayor que la de los españoles, según el Ministerio de Trabajo-. Pero siguen estando por detrás de otros países europeos.
De nuevo, las razones que más pesan son las culturales, aunque no son las únicas. Para empezar, en el sector público, que da trabajo al 17% de los asalariados, encuentra algunas barreras, sobre todo porque, con la mayoría de competencias transferidas, la plaza se gana en una comunidad. Sin embargo, algunos de los funcionarios más numerosos, como los médicos y los profesores, tienen opción a participar en concursos de traslados. Pero la Organización Médica Colegial asegura que para un facultativo es más fácil ir a otro país que a otra comunidad autónoma. Contra la afirmación de algunas administraciones de que faltan médicos y hay que formar a más, ellos sostienen que el problema es que están mal repartidos. El problema es que las distintas normativas de cada Gobierno autónomo no siempre permiten mantener los logros laborales si el médico se mueve. A esto hay que añadir la enorme competitividad de los concursos de traslados, sobre todo para los destinos más solicitados, y la dificultad añadida de conocer catalán, gallego o euskera (da más puntos) para ir a una comunidad con lengua cooficial, se queja el secretario general de la Federación de Enseñanza de CC OO, José Campos.
El retraimiento que podrían provocar las lenguas cooficiales o el hecho de que algunas empresas las exijan para contratar no es nuevo. De hecho, se levantó una gran polvareda cuando hace unos meses el presidente andaluz, Manuel Chaves, prometió enseñar gallego, euskera y catalán a los jóvenes de su comunidad que lo quisieran para facilitar la movilidad. Sin embargo, según el profesor del IESE José Ramón Pin, las limitaciones que suponen las lenguas cooficiales son "de momento, aunque haya percepciones al respecto, una leyenda, porque no hay un estudio sociológico serio que lo haya comprobado". Añade que quizá sí pueda suponer un problema para las familias con niños escolarizados, pero sólo en cursos avanzados: "Cuando son pequeños, aprenden otro idioma y ya está". Así, Pin vuelve de nuevo la vista a la fuerte atracción de las raíces familiares y a la vivienda: "La falta de un mercado de alquiler hace que la gente compre, y eso les ata al lugar donde está su vivienda", dice.
Es en este punto en el que incide la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que reúne a los países más industrializados del mundo. "La proporción de vivienda de alquiler en España es una de las más bajas de toda Europa [un 11% frente a un 38% de media], y no se trata sólo de la mentalidad que lleva a comprar mejor que a alquilar, sino por los incentivos fiscales que se dan a la compra", asegura Andrés Fuentes, economista de la OCDE. "Un 82% de los españoles es propietario de la vivienda en la que vive", añade.
Elena Bobadilla, la joven, licenciada y móvil trabajadora riojana que quedó abandonada en Madrid al principio de este reportaje, conoce bien esos problemas inmobiliarios. Cuando se puso a buscar en la capital encontró "pisos viejos, en muy mal estado y carísimos, en algunos pedían avales bancarios de 3.000 euros, hay mucha gente buscando (estuve un día en un piso que lo habían visto ocho personas en una hora)". Al final, tuvo suerte, encontró un piso compartido con una arquitecta española y una periodista colombiana, a 15 minutos a pie de su trabajo. Pero también conoce la parte de la compra, ya que sigue pagando junto a su novio la hipoteca de su casa en Logroño. "Tengo que vivir un poco apretadilla, pero bueno, creo que me he adaptado bien y estoy muy segura de mi decisión". Asegura que está contenta, que hablar a diario con su hermana y ver los fines de semana a su chico le "da fuerza". Pero ¿seguro que no hay nada que eche de menos? "Claro que sí: estar cerca de mi familia".
Las mujeres, aún menos
Da igual el tema y el lugar, la desigualdad histórica entre hombres y mujeres siempre aparece con su irreductible persistencia. La movilidad geográfica no es una excepción. "Son manifiestas las fuertes diferencias de género que hemos encontrado: los hombres se desplazan por cuestiones de trabajo mucho más a menudo que las mujeres (un 44% frente a un 27%); las mujeres mucho más a menudo toman la decisión de mudarse lejos para seguir a sus parejas". Esto es lo que dice el informe de Movilidad en Europa del año pasado de la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y Trabajo. Hacían estos cálculos con los datos del Eurobarómetro de 2005.
Según estos mismos datos, reflejados en otro informe publicado también en 2007 por la fundación, más de la mitad de las europeas que se habían desplazado a otra región o a otro país de la UE lo habían hecho por "motivos familiares". En el caso de las que salieron fuera de la UE, el porcentaje baja hasta el 42%, pero también muy lejos de la proporción de hombres que se desplazaron por el mismo motivo, un 25%.
En España, los datos reflejan una situación muy parecida. La tasa de movilidad entre los hombres es el doble que entre las mujeres. El 81% de los contratos que implican desplazarse a otras regiones son de hombres, según los datos del Observatorio de Movilidad Laboral del Ministerio de Trabajo.
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