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Reportaje:

Samos... del bipartito

El prior del cenobio alaba la disposición de la actual Xunta y pide más reformas

Los monjes de Samos están encantados con el Bloque. Aún no se explican muy bien por qué, pero con la actual Xunta, y en concreto con la Consellería de Cultura, mantienen "un diálogo muy fluido", porque "los de ahora son más receptivos que los de antes".

"Es llamativo", reconoce el joven prior, José Luis Vélez, "que el Gobierno de ahora se interese más por nosotros, que esté más abierto a nuestras propuestas, aunque sea por razones culturales". Este benedictino nacido en Toledo cita, en concreto, al director general de Patrimonio, Felipe Arias, aunque también guarda alabanzas para el Gobierno central, sobre todo para el Ministerio de Fomento. Y es que fueron precisamente Arias y Magdalena Álvarez los que negociaron y luego firmaron en Madrid el convenio por el que se está rehabilitando la fachada de la iglesia y parte de la cubierta de San Xián de Samos. En total, 500.000 euros (124.000, la Xunta y 369.000, Fomento) para unos trabajos que acabarán en mayo y que la comunidad de monjes venía reclamando desde hacía casi una década.

La fachada nunca se terminó, y los planos de los monjes desaparecieron
El intenso tráfico de camiones de las pizarreras abre grietas en el monasterio

Tan presta al diálogo encuentra el prior a la Xunta bipartita, que incluso se atreve a pedir más. Vélez cree que, ya que al fin se han metido en harina, deberían aprovechar y seguir restaurando toda la cubierta de la iglesia y la cúpula. "Con lo que ha costado montar esta pila de andamios, todo el mes de enero, y la grúa enorme que nos acaban de poner... Sería un ahorro para todos resolver todas las obras que necesita el templo a la vez".

Hace pocos días, tras un concierto en el monasterio, el prior charló con Antonio de Vega, director del proyecto de rehabilitación junto con José María Alonso Montero y la restauradora Rosa Benavides. Hablaron del precio del andamiaje, de lo "deteriorada" que está la carpintería del tambor que sostiene la cúpula, de las "escorrentías de agua", de las cubiertas del templo, que ardieron en el 51 y que fueron "reconstruidas a lo barato", con vigas de hormigón y no de madera. Una obra que vino a inaugurar Franco y ya nunca más se tocó.

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En su demanda trufada de piropos a la Administración gallega, Vélez no hace otra cosa que seguir las recomendaciones de estos arquitectos que supervisan la restauración. De momento, en lo tocante al "tejado" (que no es de teja, sino de pizarra), la Xunta sólo ha dado dinero para sustituir el vigamen del tramo que cubre el coro, inmediato a la fachada, de 30 metros de frente por 8 de fondo. La vieja cubierta ya ha sido levantada y estos días protegen el órgano unos plásticos.

Buena parte de las lesiones que padece la portada barroca de Samos proceden precisamente de la historia inacabada de esta cubierta. La fachada de Samos es cuadrada porque jamás se terminó. El proyecto monacal contemplaba levantar dos cuerpos más, incluidos dos campanarios, pero con la Desamortización ya no pudo ser. De forma provisional, a finales del XVIII, los religiosos protegieron la obra con lajas, y así quedó. Ni siquiera había un alero que defendiese de la lluvia esa profusión de relieves de la piedra, y esas cornisas horizontales donde se estancaba el agua y que tan pronto las algas y los líquenes pintaron de verde y amarillo. El barroco, tan abundante en Galicia, es un estilo poco práctico para las humedades de esta tierra. Pero ahora la fachada de Samos combatirá sus reúmas con un discreto alero y chapas de cinc que se colocarán en la parte superior (e invisible) de los elementos horizontales para evitar que el agua se cuele por las juntas; cada día más abiertas a causa del tráfico pesado. Porque las canteras no sólo hieren el paisaje: desde los 60, por la carretera general, pegada a la iglesia, pasan constantemente los camiones de las pizarreras. Y sus vibraciones han abierto grietas, han desajustado los asentamientos y han desafinado los sillares.

En su proyecto, según Antonio de Vega, los arquitectos de Lugo plantearon una modificación en la geometría de esa cubierta a la que tanto le cuesta escurrir el agua, pero Patrimonio la descartó para no interferir en la estética de la fachada.

Los planos originales de los monjes se perdieron, ardieron en una biblioteca que renació de la nada siete veces o fueron expoliados por los franceses. Un familiar de la empresa que lleva a cabo la restauración, Varela Villamor, propuso un remate neoclásico en los 90. "Una ocurrencia sin fundamento", se dice ahora, que no convenció. La mole barroca de Samos nunca tendrá torres. Ni falta que le hacen.

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