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Columna
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Creativos

En la Comunidad Valenciana vivimos momentos de dificultades económicas que se reflejan en las magnitudes de inflación, paro, falta de pedidos, restricciones financieras, estancamiento en los negocios e incertidumbre. La internacionalización conlleva la repercusión mundial de las fluctuaciones económicas. El hombre deberá protegerse de sí mismo, fijar límites a sus propias quimeras, dejar de creerse propietario del mundo y de la especie, admitir que no tiene más que su usufructo.

Las nuevas generaciones perciben ante sí un reto y no hay nada más nocivo que la paralización en los tiempos que se necesita un cambio revolucionario. El cambio, no obstante, se está produciendo y nos ha pillado con el paso cambiado.

En abril de 1989 se convocó la cumbre de Orihuela por parte de las entidades económico-empresariales. El objetivo consistía en replantearse la realidad de la Comunidad Valenciana como núcleo de desarrollo económico y social.

Se trataba de hacer balance de las condiciones estratégicas y logísticas de la Comunidad Valenciana, centrada en una valoración de las infraestructuras disponibles y hacer hincapié en su incapacidad para garantizar ventajas competitivas.

Llevamos muchos años reclamando medidas de reconversión estructural. El equipamiento que requiere un territorio para prevalecer es una reivindicación irrenunciable y son los poderes públicos quienes han de proveer los medios necesarios para liderar la acción económica europea y mundial. El retraso tan prolongado (1989-2008) a la hora de aplicar medidas necesarias de refuerzo estructural ha debilitado a las empresas valencianas con respecto a sus competidores. Esa debilidad competitiva se aprecia en los productos que fabricamos, en sus ventajas estructurales, en su disponibilidad de materias primas, en la aplicación de métodos innovadores y en los cambios de divisa.

El capítulo de las carencias se nutre del retraso en las comunicaciones (AVE), en la deficiente formación media de los equipos directivos, y en la aplicación insuficiente del diseño -gráfico e industrial-, la innovación y la investigación. Este panorama de carencias contrasta con la presencia de una red de institutos tecnológicos que, de partida, se encontraba entre las mejor posicionadas de España.

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Demasiado tiempo, volcados en unos sectores que no generan estabilidad y rentabilidad económica y social a largo plazo. Mucho ladrillo y poca industria. Mucha especulación y escasa creatividad.

Se constata un desvío en la inversión industrial, retraso en innovación, en dotación tecnológica, en factores creativos y la investigación de nuevos métodos de producción y comercialización. Ni la economía ni la cultura -que van de la mano- marcan la pauta ni lideran.

La sociedad valenciana ha evolucionado, mientras que las personas, las entidades y las empresas no se han adaptado al cambio, para conseguir que la economía valenciana sea todo lo productiva que necesita para ser competitiva.

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