"La plaza de Santa Ana configura un escenario íntimo"
Leopoldo Zugaza (Durango, 1932) estudió Ingeniería, pero, como ha demostrado su biografía posterior, no había nacido para los estudios técnicos. Actual responsable del Photomuseum de Zarautz, su labor como impulsor de la cultura en el País Vasco viene de lejos. Es uno de los fundadores de la Feria del Libro y el Disco vascos de su villa natal.
Pregunta. ¿Qué destaca en la Pasión viviente de Durango?
Respuesta. Destacaría el propio escenario, la plaza de Santa Ana, de época renacentista, rodeada de casas con cierta singularidad, que configuran una ambientación íntima, que implica al público en la representación.
P. ¿Cuáles son las claves de la actividad cultural en Durango?
R. Como dijo en su día un buen amigo, ya en el siglo XVI se estudiaban latines en Durango. Por tradición escolar, se ha forjado una población con cierto nivel cultural.
"No hay que dejar de acudir a las iglesias de Santa María y Santa Ana"
P. ¿Qué aconseja a quien acuda mañana a Durango?
R. Si uno viene a pasar el día, teniendo en cuenta que la Pasión es por la tarde, invitaría al visitante a recorrer el museo del pueblo, ubicado en un pequeño palacete muy bonito, que mantiene una interesante colección desde el punto de vista histórico y artístico. Y, por supuesto, no hay que dejar de acudir a las iglesias de Santa María y Santa Ana, frente a la que se desarrolla la Pasión.
P. ¿Y desde Durango, qué salidas propone?
R. La comarca está más que sobrada, desde Urkiola, con toda la belleza de su macizo rocoso, hasta el cercano valle de Atxondo, el único refugio que queda en nuestra zona no contaminado por el ladrillo y las fábricas. Axpe, Marzana y Arrazola conforman un pequeño paraíso aislado. Luego se puede ir hasta Elorrio, donde hay que subir a Argiñeta, un lugar misterioso, con su necrópolis medieval.
P. ¿Y un lugar desconocido?
R. En la carretera que va de Elorrio a Olakoeta, tras desviarnos a la ermita de San Lorenzo, sale un camino que lleva a la fuente monumental de Berriozabaleta, que podría estar situada en cualquier ciudad. Es de esas tareas utópicas que sorprenden en un rincón perdido del país. Y luego, en Olakoeta, hay que visitar el Ayuntamiento, un antiguo palacio.
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