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Tribuna
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Es sólo un sueño (no intenten hacerlo en sus casas)

Tras las elecciones del 9 de marzo, ando yo dándole vueltas a un asunto relacionado con la composición del Congreso de los Diputados. Y puede que ustedes también. Se trata de la composición del Grupo Mixto.

El Grupo Mixto está formado por los miembros de los partidos que, si bien han conseguido representación parlamentaria, no han obtenido los diputados suficientes para tener un grupo parlamentario propio. Los del Grupo Mixto se sientan juntos, tienen que repartirse el tiempo de las intervenciones y, seguramente, hasta comparten chófer. Esta legislatura, el Grupo Mixto cuenta con 11 diputados de seis partidos. Tres de Esquerra Republicana, dos de IU-Iniciativa Verds, dos más del Bloque Nacionalista Galego y otros dos de Coalición Canaria. Y por último, uno de Nafarroa-Bai y uno de Unión, Progreso y Democracia, el nuevo partido que lidera Rosa Díez.

El nacionalismo sólo mola si es el propio, el normal, caramba, el español. El ajeno es caca

La gracia de todo esto, pues, ya se la pueden imaginar. Rosa Díez ha fundado un partido que se declara antinacionalista (porque el nacionalismo sólo mola si es el nacionalismo propio, el normal, caramba, el español. El nacionalismo ajeno es caca). Y ese partido, que está en contra del nacionalismo, forma parte del grupo en el que hay más nacionalistas (de los chungos) reunidos. Gallegos, vascos, catalanes y canarios.

En mi fantasía, primero se produce alguna tirantez. Algún chistecillo amargo. "Vaya, hombre, ¿te sientas con nosotros? Ya ves que no olemos a azufre...", dice algun nacionalista. Y Rosa Díez -siempre en mi sueño- contesta: "En fin, supongo que os caigo muy mal por ser española". A lo que otro nacionalista replica: "A nosotros no nos cae mal ningún español". Y ella apostilla: "Pues no lo parece". Se interrumpen porque empieza la sesión.

Durante toda la jornada se miran de reojo y buscan alianzas. Rosa Díez, que está más sola, llama a sus amigas por el móvil y les explica el calvario. En un momento dado uno de los diputados de Inciativa le pregunta a uno de los de Esquerra si le presta un boli. Rosa Díez -repito que esto está pasando en mi imaginación- les recrimina que hablen en catalán estando ella presente, pero abre el estuche y les ofrece un bolígrafo de cuatro colores. Como pago, los de Esquerra, al terminar, le traen un café. "Para que veas que no nos comemos a nadie", le dicen. A lo que ella responde: "Por ser catalanes, no sois tan tacaños...".

Por la noche, el chófer les dice a todos que les llevará a casa siguiendo una ruta. El hombre entra las coordenadas en el GPS y deja, uno por uno, a los diputados en el lugar en el que pernoctan. Rosa Díez y un señor de Esquerra son los últimos. Ya es mala suerte. El silencio -como se diría en las películas del Canal Cosmopolitan- se puede cortar con un cuchillo.

Pasa la primera semana y la segunda. Durante los debates, Rosa Díez y el señor de Esquerra se tiran los trastos a la cabeza. Se atacan con pasión. Se insultan. Y para tratar de ser maduros, pues a veces toman un cóctel en el hotel Urban, que es muy moderno.

Al cabo de un mes, han discutido de todo lo discutible. Se han prestado bolígrafos, celo y hasta Dymo, para etiquetar carpetas. Se han odiado y se han reconciliado. Se han atacado. Por eso, no es de extrañar que, transcurrida la legislatura, sea inevitable que se resuelva del mejor modo posible la tensión sexual no resuelta.

Creo que es un buen argumento para sit-com. Se llamaría Grupo Mixto y en el papel de Rosa Díez y el señor de Esquerra yo veo a Cybill Sheperd y a Bruce Willis.

moliner.empar@gmail.com

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