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Columna
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Inversión en el exterior

Posicionarse en el capital de una empresa e incrementar su capacidad de exportación constituyen las estrategias más comunes para ampliar las posibilidades de negocio y la diversificación de los riesgos. Las economías buscan reducir la vulnerabilidad y la incertidumbre tanto en los mercados internos como externos. La mayor globalización y la apertura de nuevos mercados reclama una mayor eficiencia empresarial, a la vez que permite la fragmentación espacial de los proceso de producción.

Dentro de este contexto, los modelos empresariales contemplaron de manera secuencial los siguientes tránsitos: tradicional presencia en territorios foráneos, subcontratación y producción en el exterior. En la actualidad, lo que predominan son las fórmulas hibridas o mixtas, esto es, la presencia simultánea en un mismo mercado. Las justificaciones de dicha presencia son abordadas desde la ciencia económica en base a las diferencias de costes de los factores productivos, en el aprovechamiento de la localización para ampliar y abrir nuevos mercados, y en aquellos lugares en los que las barreras proteccionistas excluyen a ciertos competidores. Por eso, los conceptos de inversión y localización están muy asociados.

La apertura de nuevos mercados reclama una mayor eficiencia de las empresas

A lo largo del periodo 1995-2006 la inversión directa de España en el exterior registró avances muy notables, mucho más intensos que los promedios mundiales. Este proceso de internacionalización de las empresas españolas se afianza en lo que va de siglo, al punto de poder afirmar que supone el 6% de la inversión directa mundial para el periodo 2001-2006, bastante superior a la cuota demográfica.

El patrón geográfico y sectorial de la inversión ha cambiado notablemente desde la década de los noventa a la actualidad. Hemos pasado de un escaso número de operaciones de gran envergadura, preferentemente en el sector servicios y en concentrados en Latinoamérica (aprovechando la privatización de empresas públicas y la liberalización de algunos sectores de actividad) a una presencia más que notable en mercados de destino muy diferentes y ubicados en el sector de las manufacturas y de los bienes de consumo (aprovechado las claras ventajas de localización). De ahí la revitalización de la inversión española en los mercados emergentes (especialmente en Asia, con China e India a la cabeza).

Pero esta nueva dinámica choca con varios problemas. El primero es el relativo a la capacidad tecnológica y al reducido tamaño de la empresa española. El segundo es la ausencia, en varios casos, de una estrategia de división de los procesos de producción de las empresas. El tercero, es la no asunción de la identidad y sentimiento regional del país de destino.

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Por eso, al analizar las inversiones directas españolas en el exterior observamos una preponderancia de las actividades de servicios y de las inmobiliarias, junto a un tímido despegue de las manufacturas. Destacan las actividades del textil-confección, alimentación, bebidas y tabaco, y productos minerales no metálicos. Esto es, actividades muy relacionadas con los recursos naturales, productos de primera transformación, intensivas en mano de obra y escasa incorporación tecnológica.

Galicia presenta una creciente dinámica de internacionalización, pero un análisis más profundo denota una elevada concentración empresarial y sectorial. Ello supone que bajo el marco de las grandes cifras de la economía gallega el sector internacional muestra una relevante base productiva, pero si escudriñamos las magnitudes concretas advertimos una muy notable participación en bienes de tecnología-baja y en servicios poco desarrollados; en suma, no llegamos a constituir una plataforma de exportación robusta y compacta cara al exterior.

En el actual contexto de la globalización las economías exigen dos análisis: evaluación de las ventajas competitivas de las empresas (por las que se busca incrementar la capacidad para aprovechar el potencial de crecimiento que ofrecen algunos mercados y sectores) y las ventajas competitivas de los territorios (por el que poder explorar los recursos específicos y los activos genéricos al objeto de explotar la eficiencia mediante la integración vertical y la economía relacional).

Dada la existencia de un proceso abierto no estará de más afianzar las políticas de la Xunta en las direcciones expuestas. Dicho de otra forma, mantener políticas y acciones paternalistas no garantizaran jamás el éxito, sino que constituyen un despilfarro del erario público y un error de planteamiento. Por cierto, una última recomendación, no copiemos modelos pasados que además no tuvieron éxito.

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