"Soy de una familia bien y de ahí he sacado ideas"
Iba Antonio Hernández (Salamanca, 1953) por la vida, haciendo películas como Lisboa, Oculto o En la ciudad sin límites, cuando le entró un desasosiego. "De verdad, que estoy preocupado". A falta de diván, cine. "Me considero buena persona. Todos los días me dedico a que la gente que me rodea esté bien, a gusto. Y de repente abres el periódico y se acabó: hay algo que se me escapa. Desde las barbaridades de las guerras a los crímenes, la corrupción... ¿Qué ha pasado con nuestra educación, la cultura que nos civiliza? Pues aún hay personas que devoran a otras personas, y me parece preocupante".
Y por eso sus dos últimos filmes, Los Borgia y su estreno de hoy, El menor de los males, hablan del poder, la doble moral, la familia -Hernández la describe como otro órgano de poder en En la ciudad sin límites- y todo tipo de corrupciones.
Insiste el director: "Ruedo con humildad, pero con toda intención, los errores que veo en la sociedad para que la gente que vaya al cine los corrija. Nos hemos aburguesado, todo se ha globalizado y, sin embargo, lamentablemente el proceso de negociación entre personas sigue estando en un punto base".
'Thriller' y comedia sucia
Es decir, que las relaciones adúlteras entre un político de relumbrón de derechas, encarnado por Roberto Álvarez, con su amante veinteañera (Verónica Echegui), en su casa natal y delante de su hermana (Carmen Maura), su secretaria y guardaespaldas, no deja de ser más que sexo y sentimientos. Y poder. "Si tengo que hablar de algo tan terrible como lo hago aquí, necesito adornarlo. En este caso, con mucho de thriller y algo de comedia sucia".
Los políticos son unos embaucadores, según el realizador. Por eso, el suyo es tan simpático, "tan guapo y encantador", en una mezcla de Berlusconi, Aznar, Blair, Bush, Sarkozy... "En realidad, todo el mundo es parecido. La doble moral puede con todos mis personajes. Creen que lo que les pasa es todo un negocio o, al menos, el menor de los males". Hernández, de voz grave al estilo Corleone, puestos a comparar con poderosos, se confiesa optimista con el ser humano. "Ahora, si me preguntas por los políticos... Soy la oveja negra de una familia bien conservadora, y de ahí he sacado muchas ideas. Conozco a esos que mientras te quitan el pan con una mano, te sonríen y te lo venden con la otra". ¿Y cómo debería ser un político? "Buena persona y honesto. Y si no, quitarles el carnet a todos". Pues va a haber una limpia... "No dejaría ni uno".
Babelia
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