Peor que en la película

Ruso (¿o ucranio?, pues realmente poco se sabe de sus orígenes salvo que fue oficial soviético), Víktor Bout, de 41 años, ha logrado durante una década convertirse en uno de los traficantes de armas clave en el mundo.

Prácticamente no hay conflicto en el que no suministrara armamentos a las partes, sea Al Qaeda o en las guerras civiles de Sierra Leona, República Popular del Congo, Liberia o, ahora, América Latina, con su flota de aviones Antonov, matriculados a veces en diversos países para sortear las limitaciones en sus movimientos. El apodado mercader de la muerte había sido personificado por Nicolas Cage en la película El señor de la guerra.

En este caso, la realidad ha superado a toda ficción, como consideró Michael Braun, el administrador adjunto de la DEA norteamericana que le tendió la trampa en la que finalmente ha caído. Bout ha sido detenido en Bangkok cuando intentaba cerrar un trato para vender misiles tierra aire y contracarros a unos agentes norteamericanos que se hicieron pasar por miembros de las FARC colombianas, lo que la legislación de EE UU prohíbe al considerar terrorista a esta organización.

Estados Unidos ha pedido su extradición. Puede crearle problemas. Pues tendrá no sólo que juzgarle si Tailandia lo extradita, sino también explicar sus negocios con él, especialmente los millones de dólares por transportar suministros, en más de un millar de vuelos, para sus tropas en Irak al menos entre 2003 y 2005, incluso si fue a través de empresas interpuestas.

Aunque haya sido detenido, la existencia de un siniestro personaje como Bout hace más urgente un Tratado Internacional sobre Ventas de Armas. Pues Bout ha sabido beneficiarse de la caída de la Unión Soviética -donde compró armas y sus aviones a bajo precio- y de los agujeros negros de la globalización para tejer su madeja de intereses y negocio a escala global.

Mientras en la película salía indemne de una detención amparándose en que "el mayor traficante de armas del mundo es Bush", tras su detención en Bangkok Bout afirmó que "esta vez el juego se ha acabado". Esperémoslo.