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Columna
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Efectos colaterales

Incluso sin el ruido preelectoral que generan los partidos políticos y los medios de comunicación, hacer un diagnóstico sencillo e incontestable de la economía de Galicia no es tarea sencilla. Primero, porque existen muchos indicadores y varias fuentes estadísticas, no siempre coincidentes. Segundo, porque el análisis puede hacerse desde múltiples perspectivas: coyuntural o estructural, en términos absolutos o en comparación con otras economías y períodos pasados, centrado en variables macroeconómicas o en indicadores microeconómicos.

No obstante, es preciso hacer el esfuerzo y proporcionar a los ciudadanos una perspectiva general que les permita ir más allá de las percepciones subjetivas, habitualmente sesgadas. Saber dónde nos encontramos es fundamental para establecer objetivos comunes, corregir deficiencias en la política económica, o evaluar la capacidad de los gobiernos.

La economía gallega ha crecido ocho trimestres seguidos por encima de la media española

A mi juicio, y sin excluir los necesarios análisis complementarios, un diagnóstico sintético sobre la economía gallega debe recurrir a las fuentes estadísticas oficiales (Instituto Nacional de Estadística e Instituto Galego de Estatística). En segundo lugar, debe de escapar de los datos de muy corto plazo, para centrarse en las tendencias. En tercer lugar, hay que limitar al máximo el número de indicadores utilizados.

En este sentido, creo que el producto interior bruto (PIB) es la variable en la que nos debemos concentrar. Es verdad que deja fuera de medición aspectos fundamentales para el bienestar social, como son la propia distribución de la renta, la calidad de los servicios públicos o la acumulación de capital social. Pero, en mi opinión, es preferible relegarlos a una segunda fase del análisis.

Por último, creo que hay que priorizar la comparación con la media estatal. La economía española es la referencia fundamental para la economía gallega. Los flujos financieros, comerciales y fiscales hacia y desde el resto de España siguen siendo los dominantes, a pesar de la incidencia creciente de la globalización. Basta observar los ciclos de todas las economías regionales españolas para darse cuenta de que los fuertes lazos que las relacionan hace difícil la existencia de ciclos económicos asimétricos. Lo que nos encontramos son comportamientos diferenciales respecto a la media, positivos o negativos.

Aclarado lo anterior, mi opinión sobre el hoy de la economía gallega parte de la constatación de que por primera vez desde que existen registros trimestrales oficiales (1980), la economía gallega ha crecido ocho trimestres seguidos, desde enero de 2006, por encima de la media española. Y ello, sin ayudarse del impulso que suponen los años jubilares, por los efectos expansivos que tienen sobre el turismo y la construcción. Este es un dato muy positivo, si bien es verdad que el diferencial es todavía de dimensión limitada, en el entorno de dos décimas de punto anuales.

¿Qué responsabilidad tiene el nuevo Gobierno autonómico en estos resultados? Esta pregunta es incluso más difícil de contestar con datos objetivos. En todo caso, me arriesgo a decir que el impulso a la inversión en infraestructuras del Estado ha ayudado. También parece claro que el cambio de Gobierno no ha empeorado (incluso habría mejorado a los ojos de algunos analistas) el clima empresarial.

Los miedos que algún comentarista trató de sembrar en 2005 al grito de "¡que vienen los rojos!" eran infundados. El Gobierno bipartito ha puesto mucho cuidado en su relación con el medio empresarial. Basta recordar la foto de la abigarrada mesa en la que la Fundación Sociedade para o Coñecemento divulgó el fondo Crecentia Galicia hace unas semanas, o la intervención de Anxo Quintana en la presentación de la IV edición de los Premios transfronteirizos á excelencia empresarial hace unos días.

Finalmente, hay que ser cautos a la hora de imputar el mejor comportamiento del producto interior bruto de Galicia al cambio en las políticas públicas autonómicas en el ámbito del desarrollo. Fundamentalmente, porque los proyectos con mayor impacto potencial sobre el desarrollo económico (innovación, capital humano...) generan efectos en plazos más largos.

http://webs.uvigo.es/slagop

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