La poesía como producto
Afganistán invade la cartelera. A los recientes estrenos de las excelentes La guerra de Charlie Wilson, del estadounidense Mike Nichols, y Buda explotó por vergüenza, de la iraní Hana Makhmalbaf, películas muy distintas en la forma aunque absolutamente complementarias en sus tesis, se une ahora Cometas en el cielo, otra producción norteamericana, basada en la exitosa novela del mismo título, escrita por el iraní afincado en EE UU Khaled Hosseini. Ahora bien, donde en la película de Makhmalbaf había verdadera poesía del desamparo, aquí domina la lírica un tanto relamida de ese tipo de construcción presuntamente poética a la que se le ve el andamiaje desde el inicio.
Cometas en el cielo está claramente dividida en dos etapas: el Afganistán de los primeros años setenta, previo a la invasión soviética, y el de 20 años más tarde, gobernado por los talibanes, y ambas se narran de forma alterna a base de largos flashbacks. En principio, las implicaciones autobiográficas de Hosseini son evidentes, aunque lo que más llama la atención en el desarrollo de la película es la edulcorada visión de los gozos y las sombras del país. Una de dos: o a Hosseini, emigrado a EE UU siendo apenas un niño, se le nota la ausencia prolongada del país, y en su perspectiva predomina la melancolía; o la adaptación escrita por David Benioff y dirigida por Marc Forster acude a las señas más afectadas de la novela, dejando a los personajes en una situación cercana al estereotipo y subrayando el tono folletinesco de la historia.
COMETAS EN EL CIELO
Dirección: Marc Forster.
Intérpretes: Khalid Abdalla, Homayoun Ershadi, Zekiria Ebrahimi, Ahmad Khan.
Género: drama. EE UU, 2007.
Duración: 122 minutos.
Benioff, novelista y adaptador de la magistral La última noche (Spike Lee, 2002), parece haber puesto en su cabeza el piloto automático de lo que parece pedir una parte de Hollywood: desarrollo mascadísimo, nula capacidad de sorpresa y, en caso de duda, elección del sentimentalismo sobre el verdadero sentimiento. Por su parte, desde su irrupción con Monster's ball (2001), Forster se ha acostumbrado a llevar a buen puerto (que no al mejor puerto) productos tan distintos como Buscando Nunca Jamás y Más extraño que la ficción. Algo que casi consigue una vez más (con la ayuda en la banda sonora del candidato al Oscar Alberto Iglesias, con más presencia que en sus habitualmente sutiles trabajos), si no fuera por la desastrosa secuencia de la recogida del crío en el infernal territorio talibán. Salir de tal desaguisado con una elipsis no es salir, es huir. De todos modos, tanto Benioff como Forster ya tienen su premio: el primero escribe la nueva entrega de los X-Men (X-Men origins: Wolverine), y el segundo dirigirá Quantum of solace, el James Bond para 2008.
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