El papel de los superdelegados demócratas será decisivo
Casi consumada la pesadilla del empate técnico entre los dos candidatos demócratas a la presidencia de Estados Unidos, entran en juego ya los temidos superdelegados.
Los superdelegados fueron creados en 1982 como reacción a varias elecciones primarias consecutivas en las que los grupos más activos de la izquierda del Partido Demócrata se habían apoderado del proceso y habían acabado eligiendo candidatos que posteriormente eran derrotados en las presidenciales. Se trata, pues, de un intento por parte del aparato del partido de asegurar que el candidato elegido está más en la línea con el pensamiento dominante.
Son superdelegados todos los integrantes del Comité Nacional Demócrata (la dirección), todos los demócratas miembros del Senado y de la Cámara de Representantes y algunas figuras destacadas del partido, por ejemplo, Bill Clinton. En total son, actualmente, 796, un 20% del total de los delegados de la convención. Es decir, un número suficiente para interpretar un papel determinante si tienen que hacerlo.
Nunca ha ocurrido antes en la historia. Los superdelegados sólo tuvieron que intervenir en una ocasión, en 1984, para asegurar la denominación de Walter Mondale frente a Gary Hart. Entonces, Mondale sobrepasaba ampliamente a Hart en número de delegados elegidos, pero no llegaba a la cifra requerida para su designación como candidato. En el resto de los casos, su labor ha pasado inadvertida, puesto que se han limitado a sumarse al candidato que ya había obtenido la victoria en las urnas.
Libertad de voto
Es difícil que Barack Obama y Hillary Clinton resuelvan su duelo en las urnas, por lo que es muy posible que esta vez los superdelegados estén llamados a inclinar la balanza a favor de uno o de la otra. Aunque gozan de libertad absoluta para votar a favor de quien quieran, lo lógico es que, con excepciones evidentes como el caso del propio Bill Clinton, que no va a votar por Obama, el grueso de los superdelegados se pongan del lado del candidato en torno al cual se consiga establecer un consenso entre los diferentes focos de poder del Partido Demócrata.
Por tanto, si las urnas no resuelven esta situación, ex presidentes, senadores, dirigentes sindicales y otras figuras discutirán sobre quién tiene más posibilidades de ganar en noviembre, qué vale más, si el número de delegados, de votos, de Estados ganados o el tamaño de esos Estados. Negociarán fórmulas de compromiso entre Obama y Clinton, y, en última instancia, los superdelegados las ratificarán.
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