Mariano no entusiasma
La sensación dominante de que el segundo debate televisivo celebrado anoche puede resultar decisivo para el veredicto de las urnas no es un espejismo. La ventaja porcentual de los socialistas sobre los populares registrada por los últimos sondeos —en torno a los cuatro puntos— continúa siendo insuficiente para dar a Zapatero como seguro vencedor. Sin necesidad de recurrir a la influencia del 11-M sobre el 14-M en 2004, sobran precedentes de vaticinios erróneos basados en proyecciones demoscópicas apresuradas: la aplastante derrota del PSOE pregonada en vísperas de las elecciones de 1996 quedó limitada a 300.000 votos en las urnas y la desahogada mayoría absoluta de los populares el año 2000 tomó de sorpresa a propios y extraños. No sólo los sondeos los carga el diablo: además, el resultado de las elecciones muy competidas con apreciable número de indecisos se juega en los últimos días campaña.
Anoche, Rajoy volvió a mencionar a la célebre niña inmortalizada en su anterior debate —sostenerla y no enmendarla— como broche final de sus intervenciones. Sin embargo, renunció a repetir el patoso número de caricato de tercera, repetido hasta la saciedad en sus mítines, de simular con voz queda la conversación informal mantenida entre el presidente del Gobierno e Iñaki Gabilondo una vez concluida la entrevista de Cuatro, con el estrambote añadido de introducir en la trivial anécdota el término inventado de la crispación. No faltaron, en cambio, las principales ideas-fuerza de la campaña electoral del PP.
Abstracción hecha de los esfuerzos para retener la berroqueña lealtad mostrada por los casi diez millones de sufragios depositados a su favor en 2004, la estrategia del PP se ha centrado durante la campaña —como el secretario de comunicación de los populares confirmó a Financial Times— en la tentativa de hacer flaquear la voluntad de los votantes socialistas mediante la siembra de dudas sobre la economía, la inmigración y la política territorial con el propósito de que se queden en casa y nutran las filas de la abstención.
Rajoy buscó anoche diversas variantes del voto del miedo: a la rendición de Zapatero ante ETA; a la desintegración de España a causa de los pactos de los socialistas con los nacionalismos independentistas; a la inmigración de mano de obra desconocedora de las costumbres carpetovetónicas y usuaria del Estado de bienestar; a la inflación desbocada y al paro galopante de una crisis económica cuya responsabilidad última correspondería a la imprevisión del actual Gobierno.
Durante su intervención del domingo en el mitin del PP, Aznar admitió con su habitual gracejo, donaire y bonhomía la posibilidad de que alguna gente "no se entusiasme con Mariano" aun siendo el mejor intérprete de sus problemas. Nadie más adecuado que el maestro Geppetto para opinar sobre las virtudes y los defectos de la leñosa criatura salida de sus manos.
El PP tiene desventajas para competir con el PSOE en el campo abierto de las elecciones generales, un territorio dominado mayoritariamente por votantes potenciales de centro izquierda, de izquierda y de opciones nacionalistas. La circunstancia de que los candidatos populares reúnan —como Aznar antes y Rajoy ahora— una indigesta combinación de agresividad, petulancia y antipatía es un obstáculo añadido para que la gente se entusiasme con sus mensajes.
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