El chino del Cinc d'Oros
Lanzó la convocatoria Enrique Vila-Matas: "A las dos, en el restaurante chino donde antes estaba la librería Cinc d'Oros". Los convocados éramos Ignacio Vidal-Folch y un servidor. Ayer era jueves, día de crónica: los dos escritores aceptaron con resignación -qué remedio, los pobres- que el cronista sacara el bloc y el punta fina y empezara a tomar notas.
El restaurante chino se llama Ming Dynasty. Al entrar te topas con sendas fotografías de Maragall y Samaranch en el establecimiento, lo cual es, como mínimo, una referencia olímpica, aunque el restaurante abrió hará unos cuatro años. Así que traspasas la puerta te topas con una reproducción de un guerrero Xi'an y su caballo adjunto que parecen recién escapados del Fórum. Nos instalamos en una mesa de la sección de no fumadores, a nivel de calle. Enrique explica que justo allí se encontraba la sección de ensayo, esto es, la Escuela de Francfort al completo -Marcuse, Adorno, Benjamin, Horckeimer-, más los Althusser, Poulantzas, Fanon y Harnecker de turno. Al fondo, tras descender unos cuantos escalones, a mano izquierda queda una barra de bar donde antes se hallaba la sección de narrativa española. Tanto Enrique como Ignacio habían tenido ahí libros suyos a la venta. Es más, Ignacio publicó un cuento en Amigos que no he vuelto a ver ambientado precisamente en la antigua librería. Al fondo del semisótano, en lo que antes era el prodigioso almacén del que salía clandestinamente la integral del catálogo de Ruedo Ibérico y las Edicions Catalanes de París se ha instalado el comedor de fumadores, equipado con potentes extractores.
La verdad es que se come la mar de bien en el Ming Dynasty. Los langostinos empanados a la semilla de sésamo y el pollo al curry están muy ricos. A mediodía hay un menú a 12,90 euros, muy razonable. La conversación gira, como no podía ser de otro modo, sobre el lado luminoso de la Diagonal en el que nos hallamos, y que Enrique ha elevado por escrito a categoría de moral ciudadana. De este lado radiante de la calle desapareció también, años antes que el Cinc d'Oros, la Librería Francesa. Curiosamente, el Cinc d'Oros cerró, hace ahora seis años, junto con la otra Librería Francesa, la del paseo de Gràcia. Ninguno de los dos establecimientos pudo hacer frente al fuerte al aumento de los alquileres. Sic transit. Pero en la acera soleada de la avenida aún sobrevive, de forma tan milagrosa como misteriosa, la librería Ancora y Delfín. Ignacio recuerda que en ella trabajaba Dolors Palau -fallecida hace años-, antes de convertirse en una muy solvente periodista y de responsabilizarse de la sección de cultura del Avui. Gran persona. A Ignacio le prestaba cómics de Dino Crepax y Hugo Pratt. Enrique, por su parte, recuerda a Gil de Biedma cayéndose de culo al suelo en el Cinc d'Oros, al hacerse trizas la silla en la que estaba sentado. Lo malo es que eso ocurría durante la presentación de un libro, probablemente de Juan Marsé, con público de cara. Pero el poeta se las arregló para salir del embarazoso trance con cuatro frases ingeniosas. El cabreo debía de ir por dentro.
Nos despedimos a la puerta del restaurante. Justo al lado queda otra curiosa metamorfosis comercial: la tienda de lámparas Biosca & Botey, ubicada en lo que antes fue el cine Diagonal. El comercio ha conservado el ábside de la vieja sala de espectáculos, sobre la que se proyectan ahora vídeos promocionales. No deja de ser un guiño al antiguo uso. Además, me digo, no está mal que la tienda sea de lámparas: en definitiva, sigue en el sector de la luz, y además está instalada en el lado correcto de la calle. En la acera de enfrente, ni mucho menos habría lucido con tanta intensidad. Pero la zona sombría de la ciudad y de la vida no caben en esta crónica. Comer con los amigos es sólo un esplendor.
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