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Columna
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Y lo tumbó en la lona...

Solbes ganó a Pizarro porque su visión de la economía es más ajustada a la realidad

Joaquín Estefanía

1. Orejeras ideológicas. Sólo teniendo puestas las orejeras ideológicas se puede creer que Pizarro había ganado a Solbes el debate en televisión. La superioridad del vicepresidente económico del Gobierno fue muy amplia y avanzó conforme pasaba el tiempo y al aspirante se le acababan las frases hechas que había traído apuntadas (por ejemplo, repitió más de una vez que la inflación es un impuesto para los pobres, con tal énfasis que parecía un descubrimiento suyo). Muchos analistas achacaron a posteriori la severa derrota de Pizarro a que es un principiante en el mundo de la política; a que se dejó arrastrar al terreno de los grandes números en vez de haber insistido en la microeconomía; etcétera. Pero pocos han señalado que la victoria de Solbes pudo deberse a algo más sencillo: a que la visión que dio de la situación económica española es más ajustada a la realidad que el catastrofismo de Pizarro.

2. Dos modelos. Se clarificaron los modelos que cada uno defiende. La de Antena 3 ha sido una de las pocas ocasiones en las que Solbes ha enseñado su alma socialdemócrata, ya que casi siempre se presenta como un tecnócrata ocupado en que no fallen los recursos, no en la forma de distribuirlos; en los últimos meses ha pasado de afirmar que aquí no ocurre nada a decir que estamos mejor preparados que otros para soportar los efectos de la desaceleración y que se protegerá a los perjudicados de ésta porque hay margen para hacerlo. Ese margen se destruiría con bajadas masivas de impuestos, como las que propuso Pizarro. Éste fue aún más explícito: el modelo que le gusta es el de la Comunidad de Madrid, que ha reducido algunos gravámenes (la parte autonómica del impuesto de la renta) y ha hecho desaparecer otros (por ejemplo, sucesiones y donaciones). Pero al modelo económico de la Comunidad de Madrid, además de su insolidaridad, le estallan por todas partes las costuras de sus servicios públicos (el mejor ejemplo es la sanidad) ante el incremento de la demanda y la ausencia de ingresos alternativos. Por si alguien sospechaba que esa adhesión a Esperanza Aguirre le llevaba a territorios demasiado neocons, Pizarro advirtió que él venía de Unión de Centro Democrático (no de la ultramontana Alianza Popular) y abominó de las pensiones por capitalización, que impulsó Pinochet en Chile.

3. Los silencios. Cada uno de los contendientes dejó de contestar a algunas cuestiones. Solbes no se inmutó cuando Pizarro le cuestionó -por dos veces- sobre qué iba a hacer con el impuesto de sucesiones y donaciones (en otros lugares ha dicho que establecerá un mínimo que habrá de pagarse en todas partes), y el representante del PP miró para otro lado cuando el vicepresidente le preguntó qué le parecían las declaraciones de Zaplana (sin mencionarlo) de que hay entidades financieras españolas que "sin duda" tienen problemas económicos, y que el Banco de España está ocultándolas por conveniencia política. Recuérdese que en su otra vida, Pizarro fue presidente de una caja de ahorros, presidente de la patronal de las cajas y presidente de la Bolsa de Madrid.

4. El peor momento. La única situación que dejó a Solbes un poco aturdido fue cuando Pizarro machacó con las cifras crecientes de desempleo, inflación y crecimiento, apoyado en las aportadas ese mismo día por el comisario europeo Joaquín Almunia. Almunia sustituyó a Solbes el día en que Zapatero le llevó a la vicepresidencia de Gobierno. Ahí perdió contundencia.

El peor momento para Pizarro fue cuando éste sacó a bailar el tipo de argumentos que tanto gustan a Acebes, Zaplana et altri. La reforma fiscal del PP costará 30.000 millones de euros, más del 40% de lo que cualquier año gastan todos los ministerios juntos.

¿De dónde recortará el PP para que no haya déficit?: suprimiendo el Ministerio de Vivienda, la Oficina Económica de la Presidencia, las reformas del piso de Mariano Fernández Bermejo y no pagando a los terroristas.

Solbes le contestó: yo pensaba que veníamos a hablar en serio de economía y no a hacer demagogia. Y lo tumbó en la lona.

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