Cine con 'bouquet'
Un ciclo repasa la presencia del vino en las películas de todos los tiempos
Una mujer francesa, refugiada en un pueblo perdido de pescadores de Dinamarca en pleno siglo XIX, recibe un buen día la noticia de que ha sido agraciada con un premio de la lotería que asciende a 10.000 coronas. Como agradecimiento a sus anfitrionas, dos hermanas de estricta moral puritana, gasta todo su dinero en ofrecer al pueblo entero un banquete gastronómico, con las mejores viandas y vinos de su país de origen, que acabará por transformar la vida de la comunidad. Este es el gozoso argumento de El festín de Babette, una de las películas del ciclo Noches de vino y cine programado por el Muvim en colaboración con el IVAC-Filmoteca, la Universitat Politècnica, la Universitat de València y el Archivo de la Filmoteca de Catalunya.
El ciclo arrancó el viernes con la proyección de Entre copas, el canto a la amistad de Alexander Payne regado con los caldos de los viñedos del valle de Santa Ynez, y el documental Mondovino, de Jonathan Nossiter, sobre la conservación de las viñas a lo largo del tiempo. El ciclo proyectará, entre el Muvim y el IVAM, cinco filmes más: la desternillante Luces de la ciudad, de Charles Chaplin, en la que el vino es un elemento de transformación de la realidad; la insólita plasmación de los vínculos que puede establecer entre dos desconocidos que dirigió José María Nunes en Noche de vino tinto; la reflexión sobre la muerte entre copas de Providence, de Alain Resnais; la metáfora vinícola de la seducción que articuló Eric Rhomer en Cuento de otoño; y el agudo descubrimiento de Ingmar Bergman sobre la relación entre el vino y el solsticio estival de Sonrisas de una noche de verano. Son ocho catas fílmicas que huyen "de perspectivas alimentarias, sanitarias o legislativas", indica el director del ciclo José Saborit. Se trata de pensar en el vino como un elemento de creatividad, en un sentido hedonista, a través de los filmes. Por ese carácter lúdico han quedado fuera grandes películas en las que el vino funciona como elemento trágico o destructivo, como la demoledora Días de vino y rosas, de Billy Wilder, ejemplo de que el vino no había conquistado el lugar que se merece en la historia del cine. Que nunca había logrado llegar a la pantalla como "agente capaz de favorecer el acceso a ocultas potencialidades humanas, dimensiones artísticas o poéticas cuya clave se encuentra en el ritmo y la medida·, señala Saborit.
Una perspectiva que la creciente cultura del vino que se impone en nuestra sociedad parece modificar en películas como las que programa este ciclo. Al fin y al cabo, vino y cine comparten un origen común: la oscuridad. La de las bodegas y la de las salas de proyección.
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