La fabulación del peligro totalitario
A juzgar por los recientes ataques a dirigentes políticos en diversas universidades españolas, parecería que algunos grupos minoritarios de estudiantes han decidido dar un sentido épico a sus años de aprendizaje. Como si la normalidad democrática hubiese defraudado las expectativas que han depositado en el compromiso político, dan la impresión de necesitar con urgencia un enemigo con el que entrar en confrontación y satisfacer el viejo e inquietante ideal de vivir peligrosamente.
En realidad, da igual que el enemigo no lo sea. Basta con hacerse la ilusión de que lo es para que su mera presencia en la universidad, su sola pretensión de explicar un programa político en el marco de una campaña electoral, permita a esa minoría regodearse en la fantasía de que un peligro se cierne sobre el país, de que han identificado el huevo de la serpiente, y disfrazar así como defensa de la democracia lo que no es más que una agresión contra algunos de sus principios más elementales.
No deja de resultar ilustrativo que la fabulación del peligro totalitario a la que se asiste en algunos campus no sea obra de militantes extremistas comprometidos con ningún Ordine Nuovo, sino de quienes se declaran sus enemigos. En cualquier caso, no es algo privativo de esta minoría enfebrecida de estudiantes: hace tiempo que, en España, se ha convertido en un fenómeno habitual el que los más obstinados teóricos de una ideología o una posición política no sean quienes la defienden, sino quienes la combaten.
Así, son algunos periodistas e intelectuales conservadores los que más se han explayado sobre lo que de verdad piensa la izquierda, lo mismo que cierta izquierda se ha creído llamada a revelar las auténticas creencias de la derecha. Lo único que algunos estudiantes han añadido últimamente a este desolador panorama de negación, no ya del uso de la palabra, sino del derecho a formular el propio pensamiento, ha sido el hostigamiento físico y el alboroto.
En lo demás, no han hecho más que seguir una corriente general, en la que el enemigo es cada vez más nuestra criatura.
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