El campus donde no se deja hablar
La universidad vive escenas de intolerancia antisistema - A diferencia de otras épocas, los radicales ahora están preparados y coordinados
No son actos espontáneos o inconexos, como en otros tiempos. Pequeños grupos de radicales y violentos se han propuesto amedrentar a los políticos y sacarles de la universidad, territorio obligado de ideas y debate. Son minoría, pero suman lo que algunos llaman un nuevo "fascismo rojo".
"Rosa Díez vino a provocar para sacar rédito electoral", se justifican
"Están organizados y la universidad les conoce", denuncia un catedrático
"Van a la Universidad porque no podemos entrar", dice un policía
"Había chicos de clase que en el día a día son normales", dice un alumno
Los jóvenes más escorados a la izquierda de la universidad española -"el capitalismo no es ni puede ser democrático. Sus partidos no nos representan. Sus elecciones no son legítimas"- han decidido que los "políticos fascistas" no pueden hablar en los centros educativos durante la campaña electoral. Una decisión que circula por Internet y que afecta a casi todo el arco parlamentario, habida cuenta de que Rosa Aguilar, la alcaldesa de Córdoba de Izquierda Unida, es conocida en estos ámbitos como Rosita la facha.
En los últimos 10 días, hasta ocho miembros de partidos (con especial predilección por los de la oposición) han visto cómo se reventaban sus actos universitarios. "Se trata de mostrarles que no nos parece bien que vengan a hacer proselitismo en plena campaña con el dinero de las matrículas de los estudiantes".
Esto lo aclara un "indignado" portavoz de Agir, el grupúsculo mayoritario en el boicoteo a María San Gil en la facultad de económicas de Santiago. "Se trataba de que supiera que no era bien recibida. No de callarla. Eso es lo que hace ella con otros en su país. Lo nuestro era pacífico", insiste.
Pero las imágenes de televisión parecen un bucle encasquillado que le desmiente. Un grupo de jóvenes con un objetivo se divide en dos "de manera organizada", subraya David, un policía de base experto en tribus urbanas. Unos, el grueso, se quedan fuera haciendo mucho ruido. Otra fracción se mete en el aula donde el político de turno va a dar su conferencia. Cuando el personaje empieza a hablar, los de dentro y los de fuera despliegan sus pancartas y elevan el nivel de decibelios. Después, los vigilantes intentan expulsarlos del acto. En ese momento, todo se vuelve confuso y se transforma en una pequeña batalla con golpes y carreras. De hecho, las detenciones siguen produciéndose. Ayer fue detenido "Mario, de historia" por "las fuerzas imperialistas españolas" por el forcejeo con la escolta de San Gil.
Un goteo de día a día. Primero, María San Gil (PP) en Santiago, después Dolors Nadal (PP) en la Pompeu Fabra de Barcelona, más tarde Rosa Díez (UPD), en la Complutense, el jueves Rafael Simancas (PSOE) y Teófilo de Luis (PP).
Según la comunidad autónoma donde esté el centro educativo, la protesta se acompaña de una bandera u otra. En Galicia, Cataluña y el País Vasco, se transmuta en reivindicación independentista. Pero, en esencia, es la misma idea. Todos los grupos mantienen contacto entre sí y profundo acuerdo con las causas "nacionales" de los otros.
Los chicos que irrumpieron en la Complutense a reventar el acto de Rosa Díez dan una explicación menos "pacifista" que la de los gallegos de Agir. "Todo ha sido ingeniería política. Aprovechan la coyuntura mediante su victimización para sacar rédito político". Y prosiguen: "En vista del éxito de San Gil y Nadal, Díez vino a provocarnos para que sucediera lo mismo". Y pasó lo mismo. "No se podía evitar, era nuestra responsabilidad, aunque se nos pueda acusar de hacerle el juego", es la conclusión.
Todavía mucho más crudas son las opiniones vertidas en las páginas de Internet que frecuentan los autodenominados "antifascistas". "Que se joda con su terrorismo verbal y que se pudra en su mierda", apunta con muy poca diplomacia sobre María San Gil un participante en uno de los foros de kaosenlared.net. "Vienen a tocarnos los cojones y después llamarnos fascistas", resume otro. Esto les irrita especialmente, que se les compare con fascistas.
Y eso es, precisamente, lo que hace el catedrático Antonio Elorza, organizador de la conferencia de Rosa Díez: "Es fascismo rojo. La Internacional Follonera". "No era un batiburrillo de incontrolados", denuncia Elorza. Hay más cosas que sorprenden a algunos profesores de la Complutense. Por ejemplo, el nivel de conocimiento que tienen los cargos universitarios de estos chicos y su tibieza a la hora de enjuiciar su comportamiento.
Elorza, en contra de algunas voces que recuerdan muchos precedentes, recalca que sólo recuerda una cosa semejante: "Cuando un grupo de falangistas quiso reventar un homenaje a Machado en 1967". El catedrático revela que esta semana ha hallado en su cajetín una escueta nota: "Antonio, ¿quién te paga?".
Pero sí hay precedentes. Felipe González fue zarandeado en la Complutense. Josep Piqué tuvo que suspender un acto en la Pompeu Fabra. La diferencia es que aquellos actos eran espontáneos. Los de ahora, no. Están preparados. La irrupción de Internet ha sido "decisiva" para la coordinación de esta clase de grupos, "tendentes al desorden por su naturaleza", según uno de sus propios miembros en Madrid.
"Avisamos hasta al decanato de que esto iba a pasar", revela uno de los participantes en el incidente en Santiago con María San Gil. En Madrid, los carteles convocando a la conferencia de Rosa Díez habían sido sustituidos por la imagen de un político pegándose un tiro. En la Pompeu Fabra también hubo premeditación. "La mayoría de los chicos son normales, aunque a veces no lo parezca, y estos episodios son muy raros. No corresponden al perfil de nuestros alumnos", dice Marc Permanyer, portavoz de la universidad barcelonesa.
La policía no cree que sean tan aislados. "Esto lo hacen los que nosotros llamamos los antitodo", revela un agente con experiencia en las brigadas de intervención especial. "Los antitodo montan lío donde pueden y siempre, y se pasan las consignas por el boca a boca". Además, apunta a que su querencia por el espacio universitario no es casual: "No hay que olvidar que en la universidad, salvo permiso expreso del rector, no puede entrar la policía. Por eso es especialmente fácil montar follón en las aulas".
Una de las afectadas, Rosa Díez, insiste en que "no son chavalines, sino un grupo muy violento y organizado". Además, revela que los mismos carteles que invitaban a revolverse contra ella en Madrid adornaban ayer las calles de Jerez, donde tenía un acto electoral. Según Díez, estos colectivos "están envalentonados" porque desde amplios sectores políticos, incluido el Gobierno, se minimiza sus acciones.
Quien no minimiza los incidentes es Bruno Calvo, estudiante de derecho y políticas en la Universidad Autónoma de Madrid. Bruno, timbre de voz juvenil y algo titubeante, está muy orgulloso. No tanto de sí mismo, como de la respuesta casi uniforme que recibieron el pasado jueves unos 15 jóvenes que trataron de reventar un acto con políticos en su facultad. 15 chicos, "ligados a la coordinadora antifascista", se apostaron junto a la puerta y empezaron a corear consignas contra los políticos. Entonces, y estos sí de manera espontánea, los otros asistentes al acto les afearon su conducta: "¡Cobardes, dad la cara y no os escondáis bajo la pancarta!". La verdad, los chicos no se esperaban que su réplica fuera a dar resultado. Pero funcionó. "Se largaron. Dieron a una alarma antiincendios y se marcharon". Bruno opone una frase muy corta a los argumentos de los que esgrimen los boicoteadores. "La universidad está para debatir, ¿no?". Las caras de los que pretendía acallar a los políticos no les eran desconocidas al resto de sus alumnos. "Había chicos que en el día a día son normales, pero que luego se juntan con otros y se les va la cabeza", cuenta uno de los asistentes. "Varios van a mi clase", insiste, desmontando la idea que barajan algunos portavoces de las universidades de que los "folloneros vienen de fuera". No siempre.
El catedrático de sociología de la Universidad de Deusto y experto en la franja juvenil Javier Elzo aprecia que algo está pasando. No está seguro, pero atisba cambios. "Están emergiendo colectivos muy pequeños, a izquierda y derecha, que pasan a la acción violenta muy rápido", observa. "Todos estos están al margen de los partidos, claro está, pero evidentemente ayuda a su surgimiento los cuatro años de terrible crispación política en España", concluye sopesando las palabras.
Los grupos a los que se refiere el sociólogo no cuentan con muchos simpatizantes. Pero sí que ha aumentado su visibilidad. Precisamente, por este tipo de acciones. Ese es su objetivo último. Hacerse visibles.
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