Hora canaria
Suponiendo que las campañas electorales empiecen un día y acaben otro -que es mucho suponer- y suponiendo que la política no sea una campaña electoral permanente - que es imposible negar-, lo primero que hay que medir es el grado de legalidad de los partidos políticos. Desde el punto de vista de la observancia de las normas, todos los partidos que concurren a las eleciones del 9 de marzo han incurrido en la ilegalidad. Todos arrancan antes de la hora bruja, las 00.00 horas, (de ayer o de hoy, el huevo o la gallina) porque todos han decidido huir de la antigualla de la pegada de carteles, un icono de la izquierda que se hundió al mismo ritmo que comenzó a utilizarlo Esperanza Aguirre, por un decir. En los tiempos de internet, la cola sólo puede ser un producto de compraventa, nunca un icono de la democracia, ya sustituida por el video, a su vez sustituido por los eseemeeses y estos sólo amenazados por el enemigo común: la abstención que, por difusa, es ingobernable.
Los partidos, como la Administración en general, se mueven lentamente, siempre por detrás de las nuevas teconologías, a veces incluso por detrás de la sociedad, como las leyes o los jueces. Esta vez han dado un pasito adelante y se han ido a la hora canaria. Me pregunto si se puede pedir el voto a las ocho, las nueve, las diez o las once de la noche de ayer (fieles devotos, al parecer, de Joaquín Sabina) en la cafetería, el hotel o la sede que han sustituido a las plazas de la ciudad. Me pregunto si el candidato de turno piensa en la hora y se contiene o si, por el contrario, piensa en la televisión y adelanta el reloj porque en el fondo habla para mañana, convirtiendo la cena o el piscolabis con los camaradas en un atrezzo para la ocasión. Me pregunto y me respondo que sí, que es un atrezzo para los medios de comunicación, un absurdo legal como la jornada de reflexión, aunque en cualquier caso se agradece el cambio de siglo en las campañas electorales.
El termómetro de arranque anuncia pues nubosidad variable. El PSE y el PP, como el Barça y el Madrid luchando por la Liga, el PNV disputando el grupo parlamentario (algo así como la UEFA) y el resto aferrándose a la permanencia como único objetivo. Ya no hay amigos ni guiños, y la radicalidad arrollará cualquier tentación de lucidez en la tormenta que se avecina. EA discrepa de las ventajas de pertenecer al Estado español, el PNV te envía un desplegable en forma de corazón para recordarte que vives en una Euskadi de ensueño, mientras socialistas y populares insisten en que la batalla está en Madrid, no en el Parlamento vasco. La nubosidad contrasta con la meteorología real. En Euskadi huele a verano, a camisa de manga larga y jersey sobre los hombros. No se esperan lluvias. Arrancamos, pues, como los políticos, con hora canaria.
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