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Columna
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Como mola el 'reggaeton'

El Ayuntamiento de L'Hospitalet de Llobregat ha creado una unidad especial de civismo, como la que, en teoría, ya existe en Barcelona. Se trata, según leo en un reportaje de Luís Benvenuti y Raúl Montilla, de acabar con el otro incivismo: "El que molesta a los vecinos porque en el piso de arriba hay una fiesta en la que suena salsa hasta altas horas de la madrugada". El reportaje se ilustra con lo que está ocurriendo en el número 60-68 de la calle de Juan Valera, de Badalona. Desde hace un mes y medio, los vecinos tienen que soportar las fiestas nocturnas de los vecinos del segundo octavo, ecuatorianos. Sé de lo que hablan. Hasta hace poco vivía frente a la discoteca Agua de Luna, en la barcelonesa calle de Viladomat en su confluencia con Mallorca. Es una discoteca de las llamadas latinas. Yo, al ser persona multicultural, me puse doble acristalamiento en las ventanas y me aficioné a los somníferos. Pero los vecinos de la otra acera, mucho menos progresistas, no lo ven como yo. Hace muchos fines de semana que no duermen, porque no hay madrugada en que no haya peleas, gritos, reggaeton o todo a la vez en medio de la calle. La policía viene cada dos por tres, es cierto, pero detener borrachos armados y celosos porque sus novias bailaban con otro no es una tarea silenciosa. Pero es lo que yo les digo. Cuando ya te han despertado, entretiene mucho.

"Detener borrachos armados y celosos porque sus novias bailaban con otro no es tarea silenciosa. Pero ya despierto, entretiene mucho"

Todo esto viene a cuento porque en el reportaje se incluyen las declaraciones de uno de los chicos del piso en cuestión, ese en el que el ruido impide el sueño a los vecinos. Dice: "En mi país los pisos no tienen los muros tan delgados. Si haces una fiesta, lo normal es que los vecinos vengan a ver si pueden entrar a tomar algo y no a protestar. No pensábamos que estuviéramos molestando tanto. A nosotros nos gustan más las fiestas caseras que las discotecas".

Santa razón. Es mucho mejor una casa que una discoteca, sobre todo si llevas sustancias prohibidas y deseas consumir o te entra el calentón y deseas consumar. (Por culpa de la intolerancia catalana, los clientes del Agua de Luna se ven obligados, los pobres, a consumir y consumar en medio de la calle.)

Yo propongo, por tanto, que el Ayuntamiento de L'Hospitalet de Llobregat destine una partida económica a construir muros mucho más gruesos en las casas, como en Ecuador. Y una vez hecho esto, no estaría mal una patrulla de mediadores que se encargarían de informar a los poco sostenibles vecinos de que lo normal sería que, en lugar de protestar por el ruido, llamasen al piso en cuestión para ser invitados a tomar algo. No es fácil conseguir que la tradicional cerrazón catalana se abra a nuevas experiencias, pero debemos intentarlo. Más que nada porque a nadie le gustaría tener que decirle al pobre chico de la fiesta que, a pesar del esfuerzo, no hemos conseguido que los vecinos de aquí sean tan enrollados como los que él tenía en Ecuador y que, por tanto, no vemos otra solución que enviarle de vuelta a ese paraíso.

moliner.empar@gmail.com

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