La caída de Sandokán
La justicia cerca al empresario cordobés
El barrio de Cañero es un pueblo en mitad de Córdoba. Calles trazadas con tiralíneas, viviendas de una planta y una hilera de naranjos en cada acera. Es un barrio humilde. Y lo era más cuando se levantó en la década de los cincuenta. Allí arranca la vertiginosa carrera empresarial de Rafael Gómez Sánchez (Córdoba, 1944), al que los vecinos llaman Sandokán o El tapaeras.
Gómez, uno de los imputados por el caso Malaya, emigró a Francia en los sesenta. Cuando volvió a su tierra montó un taller de joyería en Cañero y su esposa, Dolores, abrió una peluquería en la calle principal del barrio. "Él ha dado mucho trabajo en Cañero", afirma Antonio Fernández, un vecino de 67 años que se confiesa defensor de Sandokán. "Una calle entera vivía de la platería de Gómez", añade Antonio Gonzálvez, de 71 años, quien también dice admirar al empresario.
Poco se sabe de cómo Gómez logró ascender tan rápido. Sólo se conocen sus resultados: en los años ochenta ya era uno de los joyeros más conocidos de la ciudad. Pero se le quedó pequeña la platería y se lanzó al negocio del ladrillo. Fundó Arenal 2000 en 1996. Como un tiro se expandió por la Costa del Sol y Andalucía con sus promociones. Ahora le ha llegado su ocaso a la misma velocidad que levantó su imperio.
La policía irrumpió en su lujoso chalé de la zona de El Brillante el 27 de junio de 2006. Sandokán está acusado de pagar 600.000 euros a Juan Antonio Roca [presunto cerebro de la operación Malaya] para que le recalificara los usos de unos locales en Marbella. Su detención, y posterior puesta en libertad provisional bajo una fianza de 300.000 euros, es un punto de inflexión en su trayectoria.
El último varapalo le ha llegado desde Cajasur, que se ha querellado contra él. La Fiscalía Anticorrupción se ha sumado al proceso.
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