_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La trabazón

Lo importante, ya lo decía Einstein, es hacerse preguntas. Es lo que nos mantiene vivos. Puede ser peligroso, de acuerdo, pero nunca aburrido. Hay quien busca respuestas y, por unos pocos euros, las encuentra en el kiosco de la esquina en una colección de libros de autoayuda. Siempre hay alguien dispuesto a regalarnos (por un módico precio) una completa colección de respuestas. Respuestas para todo, como en una teocracia cualquiera anclada en el Medioevo. Los libros de autoayuda (incluso los sagrados) colaboran muy poco en el avance de la humanidad. Sus respuestas no siempre son plausibles, no siempre son respuestas. Lo importante -vuelve a decirnos Einstein- es no dejar de hacernos preguntas, aunque a veces puedan salirnos caras (mucho más que los libros de autoayuda, siempre tan económicos).

Desde hace mucho tiempo la realidad le importa poco a la Revolución cubana

Un estudiante cubano de informática, Eliécer Ávila (cuyo nombre merece la fama mucho más justamente que los chicos y chicas de Gran Hermano pastoreados por Mercedes Milá), ha demostrado que todavía hay jóvenes capaces de plantearse las preguntas más sabias y más obvias, las preguntas (también) más incómodas. Al joven estudiante no le valía el libro de autoayuda, una especie de Biblia, que la revolución cubana le había regalado nada más nacer. El libro de autoayuda se le había quedado pequeño. La realidad, como una lavadora con centrifugado, había conseguido encoger sus respuestas. La realidad encoge y decolora. Pero la realidad, desde hace mucho tiempo, le importa poco a la Revolución cubana.

Al joven estudiante de informática Eliécer Ávila le importaba y le importa, sobre todo, la realidad de Cuba, que es la suya. El joven estudiante de informática lleva, seguramente, varios años haciéndose preguntas. Hasta que el otro día, aprovechando la visita a su Universidad de Ricardo Alarcón, miembro del buró político del Partido Comunista cubano, el joven estudiante le descargó unas cuantas, contundentes preguntas. A saber: ¿por qué se prohíbe en Cuba abrir cuentas de correo electrónico de Google o Yahoo? ¿Por qué las elecciones son ficticias y un ministro puede estar 20 años en su cargo aunque su gestión haya fracasado? ¿Por qué el comercio interior ha "migrado" a pesos convertibles cuando a los trabajadores se les paga en pesos ordinarios, que tienen un poder adquisitivo 25 veces menor? ¿Por qué los cubanos no pueden viajar al extranjero?

Antes de responder, el camarada Ricardo Alarcón, probablemente, respiraría hondo. Dejaría pasar unos cuantos segundos eternos antes de despejar las dudas del curioso impertinente (tan incómodamente pertinente). "Si todo el mundo pudiera viajar a donde quisiera", contestó el dirigente cubano, "la trabazón que habría en los aires del planeta sería enorme". Supongo que la respuesta del preboste castrista despejaría cualquier mínima duda que pudiera abrigar el joven estudiante de informática sobre la realidad de su país. La trabazón, ese es el gran problema. Alarcón le podía haber lanzado al joven estudiante un "¿por qué no te callas?" Le podía haber dicho, lo mismo que el alcalde de Bilbao cuando le preguntaron hace un par de semanas sobre la gestión de polideportivos y aparcamientos: "Yo no hablo de eso". Pero el hombre decidió contestar como pudo, es decir, ponerse en manos de la trabazón y de la providencia. Pero la trabazón se lo comió. Hay que tener cuidado con la trabazón (le pasó a Arias Cañete la semana pasada: bajó la guardia y apareció la trabazón encima de la mesa de un bar, junto a los berberechos y las cañas). La trabazón, señor, la trabazón.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_