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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

'Sharía' británica

El arzobispo de Canterbury defiende sus privilegios valiéndose de los musulmanes

Unas declaraciones del arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, han desencadenado una intensa polémica en el Reino Unido. Williams propuso esta semana que el ordenamiento jurídico británico incorporase la ley islámica, la sharía, para mejorar la relación con los musulmanes. El arzobispo intervenía, así, en el debate acerca del sistema multicultural británico, agudizado tras los atentados de Londres. Frente a las voces que proponen revisar los rasgos más acusadamente comunitaristas, Williams sugiere llevarlos hasta sus últimas consecuencias.

La posición del arzobispo es un error. Los Estados democráticos contemporáneos se construyeron sobre la base del fuero territorial de la ley, opuesto al fuero personal que regía en las sociedades estamentales. La creciente hostilidad contra los musulmanes en el Reino Unido tendría que combatirse con instrumentos políticos, esforzándose en deshacer la injusta e inaceptable equivalencia entre islam y terrorismo. En lugar de recurrir a esos instrumentos, lo que Williams propone no es sólo una modificación legal, sino una transformación de la concepción de la ley en el sistema democrático. Una sociedad de ciudadanos no es compatible con un ordenamiento jurídico en el que cada grupo social o de creyentes se rija por sus propias normas, como si fuese un sistema de castas.

En cualquier caso, las declaraciones del arzobispo de Canterbury parecen inspiradas por el deseo de preservar la situación de privilegio de la Iglesia anglicana más que por benevolencia hacia la comunidad musulmana. Suenan a alianza táctica entre creyentes, apoyada en razones semejantes a las que el papa Ratzinger adujo en su día para condenar las caricaturas de Mahoma publicadas por el diario danés Jylland-Postens. La fragilidad de esta alianza -que, sin embargo, puede provocar un grave deterioro del sistema democrático- se demostró en el discurso de Ratisbona, con el que Ratzinger irritó a los seguidores del islam.

La respuesta del Gobierno de Gordon Brown no ha sido tan contundente como cabría esperar. Puede que el motivo último de esta tibieza resida en la confesionalidad del sistema político británico. Proclamar la separación entre la religión y el Estado afectaría no sólo a los musulmanes, sino también a la Iglesia anglicana.

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