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Reportaje:

"¡No resisto ni dos meses!"

El paro aumenta en 17.647 personas en Madrid en enero

"Tengo una hipoteca que cogí por error y dos niñas pequeñas. ¡No puedo resistir ni dos meses en paro!". Ya lleva 23 días. Silvia, pelo largo, oscuro y liso que casi roza la mesita marrón de formica de un bar de Carabanchel, nació en Quito hace 38 años. El 2 de julio de 1997, "nunca olvidaré la fecha", se marchó de Ecuador para encadenar "trabajo y más trabajo hasta enfermar". Limpiaba casas y cuidaba "niños maleducados" en una urbanización de Las Rozas. Hasta hace siete meses. Entonces cambió de sector. Se hizo administrativa. Su vida mejoró. Su horario se volvió más humano. Se compró un piso. Captaba a otros extranjeros, "les daba confianza", y les ayudaba a rellenar solicitudes para dedicarse a reponer refrescos en centros comerciales.

"Antes rondabas una obra y pillabas algo, ahora nada", dice Suleyman
"No es tan grave si se toman medidas adecuadas", afirma el sindicato UGT

A mediados de enero la echaron, aunque su contrato era indefinido. "¡Qué desgracia, qué voy a hacer, qué mala suerte!". La misma que las otras 17.647 personas que han pasado a engrosar el listado del paro en el primer mes del año en la Comunidad de Madrid. Uno de los mayores aumentos del desempleo en los últimos años.

El bar Al Hoceima no tiene hielo y huele a té con hierbas aplastadas en el fondo de un vaso de cristal. Si uno traspasa la puerta de este local escondido en una callejuela de Colmenar Viejo y pregunta en voz alta a los clientes si alguno está en paro, la respuesta es una amable carcajada común y un sonoro "¡todos!". Si el interrogador acota aún más la pregunta y añade: "¿Del sector de la construcción?", el amplio coro de risas amistosas persiste. La carcajada se detiene con la última cuestión: "¿Alguno está desempleado desde este pasado mes de enero?". Entonces, son sólo Suleyman, de 53 años, y Moha, de 27, quienes levantan la mano con la que trasladan las damas por el tablero. Dos fichas más que sumar a un aumento de desempleo en el sector del 30% en 2007.

"Extranjeros, varones y del sector de la construcción", resume Isabel Navarro, secretaria de acción sindical y empleo del sindicato UGT. El diagnóstico para ellos está claro: un aterrizaje forzoso de la burbuja inmobiliaria. Además de que en Madrid han concluido obras públicas, como el soterramiento de la M-30, que empleaban a muchísimas personas.

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Pero hay más explicaciones. Y más sectores implicados. Todos. Sube el desempleo en la industria, sobre todo en el corredor del Henares. Sube exponencialmente en el sector servicios. En el desglose de las cifras de enero también los nacidos en España empeoran su tasa considerablemente.

José María Queipo es español. Tiene 58 años. La empresa en la que trabajaba, Química Sintética, que contaba con 197 trabajadores, desmantelará durante los próximos tres años su fábrica que tiene en España. "Se va a China, que es todo más barato", aclara Queipo. Él lleva 25 años como operador en la planta de producción de esta compañía dedicada a fabricar los componentes activos de los fármacos.

"Me siento extraño, vacío. No me puedo creer que esto se va a cerrar para siempre". No es un caso aislado. En la zona industrial del Henares, la más densa de Madrid y una de las más de España, se han cerrado, al menos, cuatro compañías de tamaño grande y mediano. Koxka, por ejemplo. Y Bosch. Y Roca. Más de 1.500 empleos.

Las patronales madrileñas, como CEIM, no se han mostrado alarmadas en sus comunicados. Creen que Madrid, en el global de España, aún mantiene una buena posición.

Un diagnóstico que los sindicatos matizan, pero también sin mostrarse especialmente alarmados: "No es tan grave si se toman las medidas adecuadas", dice Navarro, antes de exponer las, en su opinión, medidas adecuadas: "Hay que construir vivienda protegida y obra civil; hay que elaborar una estrategia en política industrial y hay que invertir más en investigación y desarrollo. Además de explotar nuevos yacimientos de empleo".

Sin embargo, los propios afectados no tienen una visión tan generosa de las expectativas para el futuro. Silvia cree que la mejor idea es regresar a Ecuador. Tiene dos hijas. Kimberly, de 13 años y Anghely, de sólo dos y medio. Y a Silvia le da miedo que vivan en una casa compartida "con un montón de gente". Su piso, en propiedad, le cuesta un pago al banco de 1.100 euros al mes. "Me engañaron en la inmobiliaria", se queja. No puede pagar esa cantidad. "Tengo que venderlo, pero ahora nadie me lo compra", razona. Así que no ve otra salida que regresar a su país. "España se acabó para los extranjeros. No cabemos más. Ya no hay trabajo", es su frío resumen de la situación.

Suleyman, que lleva viviendo en Madrid desde 1973, coincide casi punto por punto. "Esto está muy mal. Ya nadie entra en los trabajos, sólo sale y sale". Y recurre a su memoria para argumentarlo: "Antes te ibas a rondar por alguna obra y encontrabas algo seguro. Ahora no hay nada", dice meneando la cabeza con tristeza.

Moha va más allá. Asegura que "si no tienes dinero para hacerte autónomo, estás perdido". Y él no lo tiene. Tampoco Suleyman. Sobreviven de las ayudas de amigos y familia. "Amigos íntimos", recalca Moha.

Ambos revelan que muchos de sus compatriotas están pensando en regresar a Marruecos. Pero luego se preguntan "¿Para qué?", y se responden: "Allí se está igual de mal que aquí y no podemos volver sin nada". Ahora se pasan el día jugando a las cartas, al parchís, "aburridos en el bar". No van ni siquiera a las oficinas del INEM. "No sirve para nada. Te mandan a cosas que luego son mentira", se lamenta Suleyman.

Un horizonte que no contempla José María Queipo. Que, por lo menos, no quiere contemplar. Su acuerdo de prejubilación incluye dos años en el paro, hasta que cumpla los 60 años. Después, la prejubilación. "Da la sensación de que has tirado la vida", dice con tristeza, pero recuerda que aún "no se han apagado las luces del todo de la fábrica".

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