La estación de Sants espera
50 millones de usuarios La alta velocidad prevé captar unos 10 millones de pasajeros al año
Sants ha cambiado mucho. No el barrio, que también, sino la estación ferroviaria. Hace unos meses era un amasijo donde se amontonaban hasta tenderetes de madera con baratijas múltiples y los usuarios se veían forzados a orientarse casi con brújula porque todos los trenes compartían el mismo espacio. La usan anualmente unos 41 millones de pasajeros. Con el AVE se llegará, previsiblemente, a 50 millones, aunque la línea puede alcanzar los 10 millones.
Las obras se han hecho con la estación abierta, sin afectar al servicio
Ayer las cosas ya bastante claras: a un lado, la zona (aún cerrada al público) de la alta velocidad. Al otro, el lado mar, se hallan los andenes en los que paran los Cercanías y, de momento, también los regionales y el Euromed, que aún circula por ancho ibérico.
La estación tiene ahora dos entradas (en el futuro tendrá cuatro). Una, en la plaza de los Països Catalans (es la más cercana a las bocas que dan a Cercanías y regionales). Al otro lado, el de montaña, se agrupan los andenes de los trenes de alta velocidad, con una amplia sala de espera, aunque el viajero habitual no está en ella horas. Su capacidad es de 300 plazas de asiento.
La reorganización en la superficie reproduce la del subsuelo. Se han puesto todas las vías de ancho ibérico (ocho) en el lado mar y todas las de ancho europeo (seis) en el lado montaña. Al mismo tiempo, se han redistribuido las taquillas e incluso las expendedoras automáticas de billetes. Las taquillas de Cercanías se hallan justo sobre sus andenes. Junto a ellas están las de venta anticipada de billetes. Al otro lado, coincidiendo con las bocas de entrada a los andenes de alta velocidad, las taquillas para el largo recorrido.
En todos los casos hay que pasar controles. En la zona de Cercanías, regionales y Euromed, el pasaporte es el billete que registra una máquina automática. En el caso de la alta velocidad, además hay que pasar por un arco detector de metales y un visor de equipajes, como ya ocurre, por ejemplo, en Atocha.
En los laterales se mantienen algunas tiendas y bares, aunque se ha reducido el espacio que ocupaban. Dentro de unos meses, cuando empiecen las nuevas obras, parte del comercio se desplazará a la primera planta, ahora destinada a oficinas del servicio ferroviario.
Si en el interior hay cambios, ajustados a una mayor racionalidad en los movimientos de los viajeros, en el exterior también se han acometido y, una vez más, de modo provisional. "No podía hacerse de otro modo si queríamos afectar lo mínimo al servicio", explican los dirigentes de Adif en Cataluña. Porque, subrayan, las obras en Sants se han hecho sin afectar al servicio, de modo que se ha mareado al usuario, pero no se le ha dejado sin trenes, más allá del percance de Bellvitge.
En la plaza de Joan Peiró se ha pintado ya una parrilla para los taxis, además de hacer una nueva entrada para el hotel que se halla sobre la estación. En la de los Països Catalans, entre la estación y las paradas de autobuses, se ha pintado espacio para que aparquen motos (unas 300) y bicicletas (un centenar). Y también se trabaja en los laterales: en la zona de Viriato hay ya pintado un aparcamiento provisional en superficie. En la de L'Espanya Industrial, se ha cubierto el aparcamiento soterrado, que tendrá, cuanto esté terminado, casi mil plazas. Dentro de un mes empezará a funcionar con capacidad para unos 450 coches.
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