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Columna
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El malestar

Lo que nos intranquiliza es el conflicto de la sanidad vasca. Ese es el verdadero conflicto vasco

Es el momento de las pastillas y las batas blancas. Porque estamos enfermos, deprimidos, ansiosos. Puede que sean figuraciones nuestras, manías de hipocondríaco, ocurrencias de enfermo imaginario. Pero la realidad es que atestamos los servicios de urgencias. Colapsamos la red sanitaria hasta hacerla estallar como un absceso. Nos encontramos mal, sentimos un difuso o concreto malestar que nos hace albardarnos de psicofármacos. El quince por ciento de los vascos -leo en este periódico- toma antidepresivos bajo prescripción médica. De lo cual se deduce que hay ciudadanos vascos que toman tranquilizantes, somníferos y antidepresivos por su cuenta y que, por tanto, no figuran en ninguna estadística, ya que por lo común la gente no pregona su afición al Tranxilium o al Trankimazin.

Estamos intranquilos y es mejor no pensar qué sería de nosotros sin la ayuda que nos dispensa la farmacopea. Pese a la contención del gasto en medicinas que practica la Sanidad vasca, la factura en medicamentos de esta comunidad supera los 531 millones, es decir, casi el 1% del PIB, lo cual no es alarmante, sino precisamente todo lo contrario. Es tranquilizador saber que aún podemos gastarnos el dinero en botica, es decir, que envejecemos pero no nos morimos. Despertamos con cierto malestar, pero aún con vida. Nos medicamos, luego estamos aquí. Lo que, por el contrario, nos intranquiliza es el conflicto de la sanidad vasca.

Ese es el verdadero conflicto vasco. Un conflicto que puede costarnos la salud y la tranquilidad y quitarnos el sueño que nos dan los somníferos. Es el momento de las pastillas y las batas blancas. Pero las batas blancas se declaran en huelga. El horizonte sanitario de Euskadi se adivina brumoso. Con dos huelgas generales en perspectiva, el consejero de Sanidad del Gobierno vasco sigue contando con la confianza de quienes en su día decidieron nombrarle. No parece tampoco que el desánimo se apodere de él ante el fracaso de las conversaciones con los sindicatos. Los consejeros de Sanidad y ministros del ramo suelen ser individuos ignífugos.

Se ha dicho que atacar al consejero Inclán (juraría que lo ha dicho él mismo) es atacar a nuestro lehendakari. De la misma manera se ha dicho que atacar (o incluso criticar) a nuestro lehendakari es atacar a todo el pueblo vasco. Son exageraciones evidentes que nos llevan a reglas de tres que rozan el delirio. Habría que recurrir a una gran cantidad de psicofármacos para neutralizar estas ideaciones patológicas. Pero el conflicto es real. El malestar de nuestra sanidad no surge de ninguna manía persecutoria, ni de ningún prurito hipocondríaco. El conflicto esta vez es real. Un conflicto cuyo fondo, nos vienen a decir, es económico. ¿Empezamos hablando de salud y acabamos hablando de dinero y solo de dinero?

En todo caso eso es exactamente lo que ha logrado el consejero Inclán. Le ha dolido, confiesa, publicar los sueldos de los profesionales de nuestra Sanidad. La medida ha causado un malestar profundo y no parece que vaya a contribuir a la resolución de este conflicto. Es un tema espinoso el de los sueldos. Normalmente es hurgar en la herida, y por eso la regla suele ser evitarlo. Se diría que se trata de exacerbar aún más este conflicto y destapar la caja de los truenos, esto es, la de los peligrosos agravios comparativos. En todo caso, los ciudadanos terminamos sintiéndonos rehenes. El malestar nos vence. Nos tendrán que subir la dosis de ansiolíticos. Ojalá no haya huelga ese día.

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