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Entrevista:IGNACIO BARANDIARÁN | Premio Euskadi de Investigación 2007

"La prehistoria está a caballo entre las ciencias y las letras"

Ignacio Barandiarán (San Sebastián, 1937) tiene una vida dedicada al estudio de la antigüedad que ayer fue reconocida con el Premio Euskadi de Investigación 2007, un reconocimiento a su trayectoria profesional, silenciosa, pero solvente, como catedrático de Prehistoria de la UPV en una Facultad de Filología e Historia que él contribuyó a crear en el campus de Vitoria. Fue a principios de los ochenta cuando regresó a su tierra, tras un periplo por las universidades de Zaragoza, La Laguna y Cantabria, acudiendo a la llamada de Koldo Mitxelena.

Hoy dispone de una docena de investigadores maduros, entre 30 y 50 años, que proceden de distintas disciplinas científicas pero trabajan y excavan con él tratando de desentrañar las incógnitas del Paleolítico superior o el arte prehistórico.

"El investigador no debe tener prisa ni estar presionado por obtener resultados"
Recuerda con emoción el hallazgo de dos cuencos de oro en Eskoriatza

El mérito de Barandiarán ha consistido en aplicar la tecnología al análisis y el diagnóstico de los elementos nuevos que localizan en los yacimientos, y en rodearse de expertos en ciencias como la botánica, la geología o la petrología. Un método que sirve para afianzar el rigor de la investigación. "La prehistoria ha estado a caballo entre las ciencias y las letras, porque somos los menos de letras de los de las letras", comenta con sorna refiriéndose al equipo que trabaja con él y que le acompaña en su aventura.

Este paleontólogo reivindica como maestro y modelo al gran Joxe Miguel de Barandiarán, que era pariente lejano suyo y con quien de joven trabajó en numerosas excavaciones. "Le admiraba por su honestidad y su precisión. Era inseguro como soy yo y se cuestionaba mucho las cosas en lugar de perseguir las soluciones rápidas", recuerda el nuevo Premio Euskadi. Considera que la labor del investigador de la prehistoria debe ser concienzuda, sin prisas, sin la necesidad de andar contrarreloj o estar presionados por obtener resultados. "Me molesta mucho la soberbia y la seguridad al exponer las cosas. Trabajar sobre la antigüedad requiere tiempo y dudar mucho. Yo he trabajado en mi línea, bastante en solitario; he sido un poco gruñón y hosco a la hora de comunicar y tengo la manía del perfeccionismo", se confiesa.

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Son innumerables las excavaciones que ha realizado en estos más cuarenta años con los equipos que ha formado. Actualmente investigan yacimientos en la Sierra de Urbasa (Navarra). Han descubierto la existencia de dos talleres diferentes y separados entre sí, situados en altura, uno de ellos a 900 metros, y datados 9.500 años antes de Cristo. Sus pobladores trabajaban allí la materia prima, el sílex, y luego las herramientas fabricadas se movían. Su estudio muestra que hace tantos años los grupos humanos intercambiaban utensilios y conocimientos.

Uno de los hallazgos que Barandiarán recuerda como más emocionante fue el descubrimiento de dos cuencos grabados de oro macizo y 20 centímetros de diámetro, del siglo VII antes de Cristo y procedentes de Alemania. Fueron descubiertos al mover un caserío a principios de los setenta en el paraje de Axtroki, en el barrio de Bolivar que pertenece a Eskoriatza (Guipúzcoa). Están guardados en la caja fuerte del Banco de España y una réplica se exhibe en el Museo Arqueológico Nacional. "Se trata de piezas auténticas y preciosas, una joya arqueológica. Seguramente formarían parte de un tesorillo que enterraron allí", se regocija Barandiarán al recordarlo.

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