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Reportaje:

La isla de los alemanes

La canciller visita una tierra que apasiona a sus compatriotas

Unsere Insel (nuestra isla de los alemanes). Así se tituló a mitad de los años 90 para retratar la pasión por Mallorca y su mar de millones de turistas alemanes y de los 50.000 que poseen casa en esta tierra mediterránea. Ayer, más de doscientos vuelos conectaron Palma de Mallorca con los aeropuertos de Alemania. En 2007 llegaron a Baleares cuatro millones de vacacionistas germanos, pero la canciller federal, Angela Merkel, aún no se había estrenado. "En esta acogedora isla puede sentirse como en su propia casa", le dijo el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, que veraneó en el norte de Mallorca antes de ser conocido y que ya en el poder habitó un estío en Menorca. Las primeras autoridades socialistas de Palma, Mallorca y Baleares se esforzaron en la organización de una mini-cumbre que blindó el centro de Palma.

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La canciller y Zapatero recibieron una litografía de Joan Miró inspirada en un poema de Anselm Turmeda, un mallorquín del siglo XIV que se hizo musulmán. Comieron lechona asada con salsa de orejones en el palacio real de la Almudaina. En la catedral de Mallorca, Merkel quedó prendada de las imágenes submarinas y selváticas del magma cerámico de Miquel Barceló y de las filigranas trazadas en 1900 por Gaudí. Un canónigo que trabaja en parroquias de Alemania, Joan Bestard, fue el guía en el recorrido.

Existen pequeñas Alemanias: la del potentado Peter Einsemann, que compró el que fue el segundo latifundio de la isla, Es Fangar, cerró los caminos, creó una red interior de mansiones privadas, con grandes viñedos, cuadras y pistas cubiertas para sus caballos. Binigual es una aldea propiedad de Klaus Graf, dueño de Teka, de la empresa de grifos Buades y del emporio turístico de Punta Portals de Calvià, cuya propiedad le disputó Francisco Hernando, Paco el Pocero.

Sin aludir a nombres propios, la canciller alemana, en el soñado paraíso insular de sus compatriotas, dijo comprender a los isleños porque su territorio electoral está en otra isla, Rügen, en el Báltico, tierra fría, pobre y productora de patatas.

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