"Es inevitable que la arquitectura se politice"
En 1999, el arquitecto Peter Eisenman (Newark, 1932) desembarcó en Santiago de Compostela para levantar la Ciudad de la Cultura, un proyecto en la estela del Guggenheim de Bilbao. Era la herencia monumental que Manuel Fraga quería para su tierra. En 2005, cuando estaba prevista su finalización, las obras seguían creciendo y engullendo presupuesto. El PSOE y el BNG protestaban. Exigían una explicación sobre sus contenidos e incluso su razón de ser.
La Cidade era para Galicia; ni para el PSOE, ni para el PP, ni para el Bloque"
"Yo prohibiría el uso de los móviles y el iPhone en público"
¿Infraestructuras necesarias o megalomanía política? Con el cambio de Gobierno en Galicia, una comisión parlamentaria investigó el proyecto que, todavía en construcción, ha multiplicado por cuatro su presupuesto. El que aseguraban que iba a ser el mejor proyecto del autor del Museo del Holocausto en Berlín, podría haberse convertido en su peor pesadilla. Eisenman, que visitó Madrid para pronunciar una conferencia durante el último Congreso Europeo de Investigación Arquitectónica y Urbana, defiende que la Cidade pondrá a Galicia en el siglo XXI.
Pregunta. ¿Después de años de escritos ha resultado que la arquitectura tenía más que ver con la política que con el pensamiento?
Respuesta. La Ciudad de la Cultura se ha convertido en un proyecto claramente político porque los plazos de la arquitectura no son los de la política. Los edificios necesitan 10 años y los políticos se mueven de cuatro en cuatro.
P. ¿Los problemas de la Ciudad de la Cultura han sido políticos, no de aumento de presupuesto?
R. Cuando empecé dejé claro que el proyecto era para Galicia. Ni para el PP ni para el PSOE ni para el Bloque. Igual que el museo en Berlín es para todos, judíos y no judíos. Pero es inevitable que la arquitectura se convierta en política.
P. ¿Necesitaba Galicia un proyecto tan colosal?
R. Las culturas se alimentan de cultura. Y Galicia se beneficiará. La gente de fuera de España no había oído hablar de Bilbao hasta que se construyó el Guggenheim. Lo mismo sucederá con Galicia. La Ciudad de la Cultura atraerá a muchos visitantes. Uno viene a Madrid a ver el Prado. En Galicia, la Ciudad de la Cultura puede animar un nuevo tipo de peregrinaje. Creo que será un éxito.
P. ¿En qué estado se encuentra?
R. Vamos a terminar dos de los edificios más importantes que se sumarán a los dos ya concluidos. Hemos terminado ahora el amueblamiento del museo de los niños. Lo hemos diseñado todo nosotros, minuciosamente.
P. ¿Por qué se retrasaron las obras? ¿Por qué se le apartó de ellas?
R. Nunca se han parado las obras. Cambiamos el programa para que reflejara mejor la historia de Galicia, de su gente y su religión. Añadimos también un Museo de Arte Internacional para exposiciones temporales.
P. ¿Fraga lo verá?
R. Creo que sí. En dos años estará listo.
P. Iba a ser su trabajo más importante. ¿Se ha convertido en un problema?
R. En absoluto. Adoro el proyecto incluida la lucha política que hemos tenido que padecer. Ser arquitecto y ser un pionero tiene esos riesgos. Pero tengo que decir que, con cada cambio, cada nuevo político encargado ha tenido claro que debían salvar mi arquitectura. Eso es maravilloso. Y habla muy bien de todos los políticos.
P. ¿Entonces dónde estaban los problemas? ¿No es cierto que el presupuesto se multiplicó por cuatro?
R. El tamaño del proyecto era, al principio, 50.000 metros cuadrados con una ópera de 5.000. El proyecto ahora ocupa el triple de superficie y la ópera seis veces más. Por eso el presupuesto se ha multiplicado por tres. El coste es inferior a la ópera de Calatrava en Valencia. Inferior a la ampliación del Prado de Moneo. Nuestro proyecto es muy complejo. Tiene siete veces la superficie del de Moneo pero sólo tres veces su presupuesto. Ahí tiene datos concretos.
P. ¿Cree que para conseguir que sean expresivos se debe torturar los edificios?
R. En absoluto.
P. ¿Pero sí cree que "la mejor arquitectura debe incomodar en lugar de acomodar"?
R. Me interesa la provocación por una cuestión muy sencilla: estoy totalmente en contra de la actitud pasiva. Cualquier cosa que pueda hacer para que mis estudiantes sean menos pasivos la haré. Por eso digo cosas provocadoras. Y seguiré haciéndolo. El problema de la pasividad nos va a devorar a todos. La gente se va al campo conectada a su iPod. ¿Cuándo van a escuchar a los pájaros? ¿Cuándo sabrán lo que se oye en una ciudad? Tengo dos hijos. Voy al fútbol con ellos. Cada cinco minutos están enviando SMS. ¡En medio de un partido! ¿Qué está pasando? ¿Somos incapaces de disfrutar ya nada que no sean los botoncitos?
P. ¿La tecnología nos está atontando?
R. Con la tecnología ya no estamos en ningún sitio. Y la arquitectura debe reaccionar contra esto. Pero no sé cómo.
P. ¿Incomodando a la gente?
R. Si incomodar significa quitarles los móviles y el iPhone, sí estoy dispuesto. Yo prohibiría el uso de la tecnología en público. Igual que se ha prohibido fumar. Estoy harto de dar clases a estudiantes con su PC abierto. Los he prohibido. Si los abren no hablo. Eso es incomodarlos. ¿No?"
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.