Yo acuso
Desde hace tiempo venía comentándolo con mis compañeros. Veía que en algunos actos de carácter cívico o religioso, en determinadas zonas de la ciudad, los comentarios lógicos y críticos que encajaba gustosamente como alcalde de la ciudad (molestias de las obras, congestión de tráfico, escasez de aparcamientos, demandas de empleo o vivienda...) iban virando extrañamente.
En algunos círculos, reducidos pero ruidosos, la fácil diana de un alcalde de varios mandatos quedaba detrás de mi condición de militante, de dirigente también, de mi partido. Y los reproches que me hacían podrían recibirlos cualquier otro responsable político notorio que no fuera del PP, que no siguieran las directrices de la COPE, que no riera las "gracias" de Aznar... Los increpantes, mínimos en comparación con los asistentes, no expresaban opinión o reclamación alguna al Ayuntamiento, sino que repetían en voz alta lo que habían leído u oído, casi textualmente, de boca de dirigentes extremistas (políticos, religiosos, mediáticos) que gustan de generar el fanatismo contra todo lo que se mueva (Gallardón), sin su consentimiento.
No acuso a esta señora exaltada, ni a aquellos ciudadanos fanatizados. Esos son muy pocos y los de siempre. De todo ha de haber en la viña del señor. Pero sí acuso a los que hacen creer a gente, seguramente predispuesta a ello, que los socialistas somos los verdugos, cuando somos y hemos sido tan víctimas como cualesquiera otros. Sí acuso a los que todos los días nos señalan con el dedo de las peores infamias: de tanto apuntarnos disparatadamente, de tanto equipararnos sistemáticamente con los terroristas, acusándonos de traidores y cómplices de los asesinos. Más pronto que tarde, algún otro desquiciado pasará de la violencia de las palabras a la de los hechos y hará alguna barbaridad. Y ya no vale decir, en privado, que "se nos esta yendo de las manos". La opinión es libre, pero los hechos son sagrados. Como sagrado es para mí el recuerdo de Alberto y Ascensión, y de todas las víctimas, a las que ofrecí y ofrezco, por la dignidad del cargo y por convencimiento personal, mi serenidad institucional. La que están teniendo, sin más obligación que la de demócratas, la inmensa mayoría de los ciudadanos frente a los que, desde el rencor, rompen la baraja cada día.
Alfredo Sánchez Monteseirín es alcalde socialista de Sevilla
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