De Bagdad a la OTAN
Se saldrá de una guerra para meterse en otra? Esto es lo que le espera al general David Petraeus, actual jefe de la mermada coalición en Irak, si el Pentágono lleva adelante sus "consideraciones", según The New York Times, de nombrarle antes de finales del año en curso comandante supremo aliado en Europa de la OTAN (SACEUR).
La Alianza Atlántica, que nunca combatió durante la guerra fría, se halla ahora muy presente en varios conflictos, y principalmente en el de Afganistán, donde la Organización no sólo se juega el futuro de ese castigado país, sino su propia credibilidad. Todo ello cuando Washington pide a sus aliados un esfuerzo suplementario en el terreno afgano, donde la situación se ensombrece progresivamente, no sólo en términos de fuerzas que ayuden a la reconstrucción, sino sobre todo para actividades de combate, a lo que se resisten diversas capitales.
Petraeus combina no sólo altas cualidades de formación militar, que ha demostrado en Irak donde su estrategia está dando ciertos resultados. Lleva 19 años al frente de las tropas de EE UU en el país árabe, donde en tres misiones diferentes ha servido un total de 47 meses.
Aunque Irak está muy lejos de ser pacificado y probablemente ésta sea una guerra que no se puede ganar, al menos Petraeus y el embajador Ryan Crocker han intentado paliar algunos de los desastres derivados de la gestión inicial del conflicto a manos del inefable Paul Bremer. Petraeus suma a sus capacidades intelectuales una experiencia de combate que puede resultarle muy útil a una OTAN mucho más activa y de alcance global, y un saber hacer político. Sería probablemente un buen SACEUR, y una manera para este destacado general de alargar su vida militar y pasar a la siguiente Administración estadounidense, aunque sea para seguir librando guerras.
Pero su nombramiento plantearía problemas. En primer lugar, el interiorizar en la OTAN el conflicto de Irak que tanto ha dividido a los europeos. En segundo término, han surgido críticas en Estados Unidos sobre la estrategia de una rotación excesiva de los altos mandos, entre los que David Petraeus es ya casi un mito.
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