Salvar al soldado Omar
Juristas internacionales tratan de rescatar a un joven preso en Guantánamo desde los 16 años
Nadie debería haber sobrevivido al martilleo de aviones norteamericanos cerca de Khost, en Afganistán, el 27 de julio de 2002. El edificio en el que se habían atrincherado los yihadistas quedó reducido a escombros. Sin embargo, cuando soldados norteamericanos iban a ocupar la posición, una granada surgió de repente y mató a un sargento de 28 años. Entre las ruinas capturaron a Omar Khadr, de 15, herido de gravedad. Tras pasarse la adolescencia y parte de la juventud encerrado en Guantánamo, Omar está acusado del asesinato del sargento y ha de comparecer el 4 de febrero ante un tribunal militar, cuando ya ha cumplido 21 años de edad.
Los letrados que se ocupan de los procesos de Guantánamo decidieron "internacionalizar" la defensa de Omar. Uno de ellos se encaminó a París en diciembre para pedir apoyo a Robert Badinter. El hombre al que buscaba es un jurista de prestigio en Europa: ministro de Justicia con François Mitterrand -la época de la abolición de la pena de muerte en Francia-, presidente del Constitucional y senador, en la actualidad.
Omar Khadr fue capturado en Afganistán en julio de 2002
Los abogados dicen que jamás un niño ha sido juzgado por crímenes de guerra
"Les dije: de acuerdo", cuenta Badinter, al teléfono desde su despacho en París. "Se trataba de preparar un escrito sobre un punto preciso, el derecho internacional de los menores. Comprendí que Omar Khadr, que tiene nacionalidad canadiense, es un niño soldado de Al Qaeda. Y en tanto que tal, haberle internado en Guantánamo, despojarle de cualquier derecho y juzgarle como si fuera un 'enemigo combatiente voluntario' es incompatible con las garantías mínimas reconocidas por las naciones civilizadas".
Se ha visto a otros muchos niños enrolados por grupos armados: en la Camboya de los Jemeres rojos, en ciertas guerras africanas. Pero todas las acciones penales lo son contra los responsables de hacerles participar en los conflictos armados, "y no contra los niños soldado en sí mismos", sostiene Badinter. "Jamás una jurisdicción penal internacional ha exigido la responsabilidad de un niño soldado. Omar Khadr no es un combatiente voluntario; ante todo es una víctima".
El escrito en cuestión aparece firmado también por otros 17 juristas, entre ellos el español Gil Carlos Rodríguez Iglesias, ex presidente del Tribunal Europeo de Justicia. Afirma que los menores deben ser juzgados por jurisdicciones "integradas por jueces cualificados y según un procedimiento adaptado", exigencia "reconocida y respetada por los Estados Unidos". Y recuerda que la convención sobre los derechos del niño enuncia: "Ni la pena capital, ni la cadena perpetua sin posibilidad de liberación deben ser pronunciadas para las infracciones cometidas por personas menores de 18 años".
Éste es el caso de Omar. Con tales argumentos, los abogados piden la anulación del proceso de Guantánamo. Arguyen que si el tribunal militar confirma su autoridad sobre Omar Khadr, será el primero en la historia occidental que juzga a un niño por crímenes de guerra. Ni siquiera discuten la vinculación del chico a la organización de Bin Laden, que comenzó cuando sólo tenía 11 años.
¿Quién forzó a Omar a combatir? ¿Cómo un niño canadiense de 11 años entró en Al Qaeda? Responder a estas preguntas exige bucear en la historia familiar. Sobre todo en la de su padre, Ahmed Saïd Khadr, casado con una palestina, que se instaló en Canadá en los años setenta y organizó colectas de fondos para una asociación musulmana, oficialmente dedicada a ayudar a los refugiados y huérfanos afganos provocados por la represión soviética en su país. En 1988 se marchó con su familia a Peshawar (Pakistán), cuando Omar tenía dos años.
El padre fue detenido en 1995, sospechoso de haber financiado un atentado en Pakistán, en el que murieron 17 personas. Al salir de la cárcel, se llevó a la familia a Afganistán. Los talibanes estaban apoderándose del país. "La familia Khadr vivió con frecuencia en el campo de base de Osama bin Laden y los hijos fueron enviados a campos militares de Al Qaeda", se lee en el documento jurídico.
Fue así como Omar participó en las luchas contra las fuerzas de Estados Unidos, que ocuparon Afganistán en respuesta a los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Uno de sus hermanos fue detenido en Kabul por la Alianza del Norte (grupo que se oponía a los talibanes). Los dos fueron a parar a Guantánamo. Pero mientras el hermano de Omar quedaba en libertad a finales de 2003, él ha seguido en manos norteamericanas.
Los interrogatorios y malos tratos comenzaron en un hospital militar donde pasó los primeros meses tras el arresto, siempre según sus abogados. Su conocimiento de campos de Al Qaeda y el hecho de ser hijo de un personaje de esta organización terrorista pudo convertirle en objeto de interés para los servicios de inteligencia norteamericanos. El padre murió en 2003, cuando Omar llevaba ya un año en Guantánamo, donde entró al poco de cumplir los 16. No tuvo posibilidad de ver a un abogado hasta dos años después de su internamiento en la base, periodo en el que ha descrito palizas, sofocamientos, amenazas de violación o encadenamientos "como se amarra a un jabalí", explica el documento mencionado.
En 2006 iba a ser juzgado. Pero el Tribunal Supremo de Estados Unidos decidió que el presidente Bush había rebasado sus poderes, al instituir tribunales militares sin el acuerdo del Congreso, que violaban las convenciones de Ginebra y la propia ley norteamericana. El juicio fue suspendido, pero el proceso sigue adelante, tras una regularización legal de tales tribunales.
No es fácil que las autoridades de Guantánamo queden demasiado impresionadas por la intervención de celosos defensores de los derechos humanos. En todo caso, ellos insisten: "La causa de la libertad jamás se defiende violando los principios de la libertad".
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