El chico eléctrico
Cuando en 2005 Moritz Waldemeyer expuso en la galería Rabih Hage de Londres, muchos acudieron a la muestra atraídos fundamentalmente por su título: The Electric Kid. Entonces, a pocos les sonaba el nombre de este diseñador nacido en Alemania hace 33 años. En aquella exposición, Waldemeyer dejó bien claro que lo suyo es combinar imaginación y electrónica. Apenas dos años y medio después, es un nombre de referencia al que recurren grandes nombres, como Swarovski, Zaha Hadid, Hussein Chalayan o Ron Arad. Marcas, modistas, diseñadores Todo el mundo habla de este genio de la mecatrónica: "Una expresión creada a partir de las palabras mecánica y electrónica que describe una disciplina de la ingeniería que combina mecanismos electrónicos y software", explica por teléfono desde su estudio londinense. De su relación con el diseño dice que es corta pero intensa.
Usted es ingeniero. No parece que tenga mucho que ver con el diseño. En realidad no creo que sean disciplinas excluyentes entre sí, sino convergentes. De hecho, creo que cualquier diseñador debería tener unos conocimientos mínimos sobre ingeniería. Su trabajo les sería muchísimo más fácil.
Desde esa exposición en Londres en 2005, su nombre está en boca de todo el mundo. ¿Cuál cree que es la razón de su éxito? Me da la sensación de que hay un gran vacío entre lo que los diseñadores pueden imaginar y lo que son capaces de producir. Con lo que yo sé, soy capaz de ir más allá de esas limitaciones sin perder el contacto con la parte artística de un proyecto. Me encanta combinar la ingeniería con el arte. Ahí es donde está el hueco que yo estoy apro¬ve¬chando.
¿Por eso recurren a usted profesionales tan distintos y empresas de primer orden? Sí. Y porque están interesados en el uso creativo de la tecnología, en algo más allá de lo que el mercado de consumo de masas puede ofrecer. Trato de encontrar usos distintos, interesantes y entretenidos para tecnologías que damos por supuestas. En este sentido, quiero despertar el interés de la gente, que se den cuenta del milagro que realmente supone tener al alcance tecnología moderna. Además, todo esto se puede aplicar a campos distintos como el arte, el diseño, la arquitectura, la fotografía y la moda.
En este último campo está usted obteniendo mucho reconocimiento. En su reciente colaboración con Hussein Chalayan, durante la presentación de su última colección, usó láser en sus vestidos. Hussein estaba interesado en explorar el fenómeno moderno de la fama y el antiguo culto al sol y cómo ambos están conectados. Eligió el láser para simbolizarlo y lo usó en los vestidos de manera que actúa como los rayos del sol y, además, se refleja en la vista como el glamour de los famosos. La innovación de este proyecto está en el modo en que la luz expande el vestido en el espacio dando la sensación de crear vestidos infinitos.
En la mayoría de sus trabajos, la luz es el elemento común. ¿Por qué le interesa tanto? Me atraen mucho los efectos lumínicos que se pueden conseguir usando pequeños aparatos de control, y sobre todo cómo se pueden usar en escalas diferentes. Últimamente he comenzado a explorar las relaciones entre la luz y la moda. Inspirándome en el trabajo del que antes hablábamos para Hussein Chalayan, he diseñado By Royal Appointment para la galería Lobby Sellers. Se trata de una serie de sillas iluminadas cuyo color cambia según la ropa que lleve el que se sienta en ellas.
Las lámparas Lolita y Miss Haze, diseñadas por Arad para Swarovski, son dos trabajos clave en su trayectoria. Con aquellos diseños comenzó mi colaboración con Swarovski, que aún hoy continúa. Aquello cambió mi vida y mi trabajo completamente. Me permitió trabajar con algunos de los artistas y diseñadores más importantes en este momento y en proyectos importantes sin apenas limitaciones a la crea¬ti¬vidad.
Una de sus colaboraciones más espectaculares es la lámpara Voyage, un diseño de Yves Béhar. ¿Qué le pidió? Yves me preguntó si podía crear una ola de luz que recorriera toda la estructura de su escultura.
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