Fe judía, alejada de la moralidad

España no es un país donde habiten demasiados judíos y quizá por ello las películas israelíes estrenadas por aquí en los últimos años se pueden contar con los dedos de ambas manos (aparte de que su cine tampoco es ninguna potencia). Ni siquiera los productos de Amos Gitai, cineasta bandera y habitual de los festivales internacionales, llegan con regularidad, y en el último lustro ha sido el muy interesante Eytan Fox (Caminar sobre las aguas, Yossi and Jagger) el que más elogios ha recogido por parte de prensa y público de cines de versión original. Sin embargo, a Gitai y Fox se les ha unido Raphaël Nadjari, nacido en Francia pero implicado absolutamente en su cultura y en su religión, que participó en la última edición de Cannes con la austera, sugestiva y nada categórica Tehilim.

Cine para interesados en la temática y para acostumbrados a ritmos particularmente pausados, Tehilim es una película religiosa en toda regla, pero no una historia moral. Nadjari nunca juzga a sus criaturas, y cada una de ellas reacciona de un modo opuesto ante la misteriosa desaparición del padre de familia. La madre, por el lado más práctico, luchando contra la burocracia que no les permite excesos económicos. Y abuelo y tío, desde la vertiente más religiosa, rezando y rogando por su vuelta mientras adoctrinan a los hijos. Luego, será el espectador el que, dependiendo de su fe, se ponga de los nervios ante la actitud del bando, digamos, contrario.