Vía verde por túneles de hayas
Memorias del viejo tren Plazaola, entre Navarra y Guipúzcoa
En los pueblos por los que pasaba el Plazaola aún hay quienes recuerdan que en aquel tren los viajeros se subían blancos y se bajaban negros. Y el que estaba negro, y no precisamente por la carbonilla, era el propietario, ante la creciente competencia de los autobuses, y más después de que las riadas de 1953 echaran a perder buena parte de la infraestructura viaria.
Por eso, al poco del diluvio, aquel ferrocarril de vía estrecha y tracción de vapor que se inauguró en 1902 para transportar el hierro de las minas de Plazaola a la localidad de Andoain, ambas en Guipúzcoa, y que en 1914 fue ampliado y mejorado para cargar pasajeros en Pamplona y bajarlos en San Sebastián, hizo su postrer viaje y sus raíles fueron vendidos al chatarrero.
Una reconversión ecológica de un anciano ferrocarril minero, a vapor, de 1902. Cuarenta y tres kilómetros de una senda custodiada por avellanos y arces, hayedos y robledales.
¿Murió el Plazaola? En realidad, no del todo. Una parte vital de él, su trazado, se quedó adherida cual lapa al paisaje y a la memoria del paisanaje, y después de permanecer cuatro décadas en una especie de estado latente -los túneles encenagados, las trincheras devoradas por las zarzas...- resucitó a finales del siglo XX de la mano del Consorcio Turístico Plazaola, transformado en un pulquérrimo paseo de tierra apisonada, con bancos y barandas de madera, hitos kilométricos, paneles informativos e incluso túneles que se iluminan automáticamente para pasmo de unos excursionistas que, la verdad sea dicha, no suelen encontrar en el campo semejantes lujos. Desde el año 2000 hasta la fecha se han acondicionado de esta guisa 43 kilómetros: 24 en el valle de Leitzaran, que corresponde a la vertiente atlántica, y 19 en el de Larraun, cuyas aguas se las bebe el Mediterráneo, aunque no por eso está menos verde.
En Lekunberri, la capital del valle de Larraun, arranca un estupendo sendero circular -el PR NA-88- que sigue el trazado de la vía verde durante cinco kilómetros para luego volver por los montes de Uitzi y Etxarri atravesando uno de los más bellos hayedos de Navarra. ¡Y cómo arranca! Nada más salir de la antigua estación -hoy, oficina municipal de turismo y sede del Consorcio Turístico Plazaola-, va y ofrece una vista casi aérea del pueblo, del valle y de los cortados calizos de la sierra de Aralar, donde tiene su santuario un san Miguel al que se le atribuyen no pocos milagros -curar a Pedro I, ayudar al señor de Goñi a matar un dragón...- y vaya usted a saber si no ha colaborado también en la salvación del Plazaola.
Un paso subterráneo -señalizado, como el resto del itinerario, con trazos de pintura blanca y amarilla- permite cruzar la autovía Pamplona-San Sebastián, después de lo cual el paseo se convierte en una sucesión deslumbrante de prados y boscosas umbrías, túneles como el de Bartolo -con iluminación automática- y soleados tramos en cornisa, como la curva que describe la vía para colarse en la garganta de Uitzi.
Un túnel de tres kilómetros
Y aquí, poco antes del kilómetro 5 -una hora y media desde el inicio-, se llega a una vieja estación acondicionada como vivienda y a la boca de un túnel de tres kilómetros -aún sin iluminar- donde el sendero marcado, con buen criterio, abandona la vía.
Tras franquear la portilla metálica que se ve a mano derecha, justo antes del túnel, la marcha continúa por una pista forestal que se adentra en el vallecico de Goikozuloa, una factoría de clorofila en la que se alternan las espesuras de robles, hayas y arces con los prados amorosamente cercados con ramas de avellano entrelazadas. Así, hasta alcanzar una bifurcación a la altura de un fresnedal (kilómetro 6,5; dos horas), donde se ha de tirar a la derecha para ascender por un hayedo de belleza sobrecogedora, tan perfecto que se diría obra humana si no fuera porque los troncos lisos y rectísimos ganan en esbeltez a las columnas más estilizadas de cualquier catedral gótica. La pista muere poco más arriba, y le sucede un laberinto de veredas selváticas, cercas ganaderas y encrucijadas engañosas, debiendo entonces prestarse suma atención a las marcas de pintura para dar con una amplia pista que lleva en suave descenso hasta Etxarri (kilómetro 11,5; cuatro horas).
Ya sólo resta atravesar el pueblo por su parte alta -ojo a sus típicas casonas: blancas, con cubierta de teja árabe a dos aguas y grande alero de madera, puerta en arco de medio punto, ventanas recercadas con piedras colocadas a espejo y cadenas de sillares en las esquinas- y coger el atajo que repecha hacia las bordas de Etxarri para luego bajar en dos zancadas a Lekunberri (kilómetro 15; cinco horas).
GUÍA PRÁCTICA
Cómo ir- Lekunberri dista 25 kilómetros de Pamplona yendo por la autovía A-15, dirección San Sebastián.Comer- Epeleta (948 50 43 57). Lekunberri. Insuperable selección de carnes, hechas a la brasa. Unos 50 euros.- Venta de Muguiro (948 50 41 02). Muguiro. Alubias rojas, verdurasde temporada, merluza y carnesde la tierra. Entre 25 y 30 euros.- Posada Iruso (948 39 70 35). Leitza. Platos tradicionales con toques modernos, en una antigua casa de peones camineros. Alrededorde 25 o 30 euros por persona.Dormir- Venta Udabe (948 50 31 05). Udabe. Remozada venta caminera del siglo XVII, con piscina, jardín, restaurantey nueve habitaciones asomadasal bucólico valle de Basaburua. Habitación doble, entre 60 y 80 euros.- Gartxenia (948 30 51 66). Larraintzar. Casa de 1904 recientemente rehabilitada como hotel rural, con vistas a la montaña. La habitación doble, de 55 a 64 euros.Información- Consorcio Turístico Plazaola(948 50 72 05; www.plazaola.org). Plazaola, 21. Lekunberri.- www.viasverdes.com.
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