Mujer, culta y libre
Su padre, Alí Zulfiqar Bhutto, fue el primer presidente no militar de Pakistán, miembro de una familia aristocrática, educado en colegios y universidades cristianas de California y Oxford. Cuando fue colgado el 4 de abril de 1979 por los militares que lo condenaron a muerte. Benazir Bhutto estaba a punto de cumplir los 26 años. Menos de 10 años después, se convirtió en la primera presidenta de Gobierno de un Estado islámico, tras pasar largas temporadas en la cárcel por dirigir el entonces ilegal Partido del Pueblo, el que había creado su padre en 1967 con marcados rasgos de "socialismo musulmán" y de resistencia al poder de la India.
La desunión, las guerras y las dictaduras militares han salpicado la vida de Pakistán desde que se declaró república independiente en marzo de 1947.
La vía de reformas constitucionales de Alí Bhutto, de nacionalización de las principales industrias y de control de la energía atómica, se la tragó el golpe de Estado que lo derrocó en julio de 1977.
Las de su hija Benazir, que apostaban mucho más fuerte por el terreno de lo social, de la educación y de la sanidad, y por el fin de la discriminación de las mujeres, fueron también barridas, como si el pesado legado de la dictadura y del militarismo resultara imposible de vencer en el país asiático.
El asesinato de Benazir Bhutto es un ataque a la libertad y a la lucha de las mujeres por respirar aire fresco en un mundo de hombres. Impone el terrorismo sobre el diálogo, el fundamentalismo sobre la libertad y confirma que una parte del mundo está en manos de violentos visionarios. Malas noticias para empezar 2008.
Julián Casanova es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza
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