Un olvidable príncipe negro
Desde hace ya un rato, obligado a ese fatigoso ritual de ver anticipadamente las películas en las salas de las celosas distribuidoras, ofreciendo tu carnet en edificios temiblemente modernos, ante guardias de seguridad que te pueden exigir la comprobación de que no eres un hijo legítimo o putativo del inencontrable Bin Laden, con un hierático robot al lado de tu butaca que husmea con una militante linterna si vas a robar una imagen publicitaria de su tesoro, con una impresentable y pragmática jefa de prensa enamorada de los rituales nazis, veo una película cuya torpe y mentirosa publicidad la lanza como una brillante continuación de El padrino.
Y entre sopor y bostezo ante una intriga epidérmica, muy bien hecha (¿Qué cojones quiere decir eso tan convencional e irritante de "bien hecha"?), ausente de alma o de esa capacidad hipnótica que logra que te identifiques o comprendas a sus personajes aunque representen al genuino o evolucionado diablo, te preguntas qué nieblas, qué zona oscura, qué maldición ocurrió para que un cineasta sabio, el publicista que supo extraer en Los duelistas las turbadoras esencias de Joseph Conrad, el inventor de la asustada y épica teniente Ripley a la que se quiere follar el alien depredador, el director que condenó a un inolvidable replicante a la intolerable consciencia de que todos esos momentos tiernos o gloriosos se perderán como lágrimas en la lluvia, el que condenó a un hermoso e inevitable suicidio a las finalmente liberadas Thelma y Louise, el que se planteaba que podía ocurrir una imposible historia de amor entre la superpija amenazada y el madero feliz en La sombra del testigo, constatas que este director brillante, este potente ilustrador de imágenes, necesita guiones perfectos a la altura de su talento visual, que no es capaz de construir un universo hipnótico si el material literario no es tan potente como adaptable.
AMERICAN GANGSTER
Dirección: Ridley Scott.
Intérpretes: Russell Crowe, Denzel Washington, Chiwetel Ejiofor, Josh Brolin, RZA, Carla Gugino, Yul Vázquez.
Género: thriller. EE UU, 2007.
Duración: 157 minutos.
American gangster cuenta con fascinada observación el esplendor y derrumbe de un flemático príncipe negro que le levanta a la mafia en los años setenta el intocable negocio de la heroína. Ridley Scott muestra admiración y respeto hacia ese narcotraficante tranquilo con infinita fe en la solidaridad de la familia y metodología pragmática en que la ley, los jueces y la policía están en venta, en el supuesto rollo épico del negrata hecho a sí mismo que logra derrrotar al prejuicioso sistema.
Todo es lento, epidérmico, fatigoso en esta pesadísima crónica social con pretensiones de arte. Olvídense de encontrarse con el ritmo, la tensión, la complejidad, la hipnosis que conseguían Coppola, Scorsese o Los Soprano en sus geniales retratos de la mafia. Aquí todo huele a seriedad forzada, a imágenes tan esmeradamente construidas como huecas, a pesadez narrativa, a producto tan calculado como híbrido, incoloro e insípido.
La protagonizan ese actor tan macho y frecuentemente insoportable llamado Russell Crowe (que sí, que yo también estoy colgado con él cuando interpreta al policía torturador que no permite que se agredan a las mujeres ni a los niños de L. A. Confidential y con el acorralado ejecutivo de El dilema) y con el guaperas afroamericano (¿se dice así, progresistas bobos?) Denzel Washington cuando no interpreta a personajes simbólicos destinados al Oscar. Pero aquí resultan tan aparentes y vacíos como el hombre que les dirige.
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