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'Alvin y las ardillas', los roedores de oro

El insólito éxito de taquilla revive en EE UU el fenómeno musical de 1958

Con 45 millones de dólares (31 millones de euros) recaudados en su primer fin de semana, Alvin y las ardillas, de Tim Hill, se ha convertido en la inesperada contrincante dentro de la carrera navideña por conquistar la taquilla americana. Sólo superadas por Soy leyenda, las ardillas cantarinas batieron, sin aparente esfuerzo, a la mastodóntica La brújula dorada.

La sorpresa, no obstante, es menos inexplicable de lo que parece: Alvin y las ardillas ha revivido la nostalgia por uno de los fenómenos más singulares de la cultura popular de finales de los cincuenta.

Una grabadora y el tema 'Witch Doctor' salvaron de la ruina a Ross Bagdasarian
El músico encontró un sonido apitufado y creó un mito a su alrededor

Todo empezó en 1958, cuando el compositor Ross Bagdasarian, jugador compulsivo, estaba al borde de la ruina. Junto a su primo, el escritor William Saroyan, había compuesto uno de los clásicos inmortalizados por Rosemary Clooney, Come on-a my house, que más tarde incorporarían a su repertorio Ella Fitzgerald, Della Reese, Mel Tormé o Eartha Kitt.

El músico había probado suerte como actor: su papel más destacado fue el del pianista que vive (y compone) en el edificio observado por James Stewart en La ventana indiscreta (1954), de Hitchcock. Con un buen puñado de deudas, tres hijos que mantener y tan sólo 200 dólares en la cuenta corriente, Bagdasarian decidió invertir casi todo su dinero (190 dólares) en la compra de una grabadora último modelo capaz de manipular la velocidad de las cintas.

En su desesperada huida hacia adelante compuso un tema, Witch Doctor, que hablaba de un tipo enamorado que recurría a un hechicero en busca de consejo: la voz del hechicero se materializaba en un galimatías verbal -OO EE OO AH AH / Ting Tang Wa-la Wa-la Bing Bang- que funcionaba como surreal estribillo. Empeñado en encontrar un sonido distintivo, Bagdasarian grabó su voz a media velocidad y la reprodujo a velocidad normal: el resultado fue lo que se conoce popularmente como voz apitufada (o voz de helio). La ocurrencia le salvó la vida: Witch Doctor, editado por una compañía -Liberty Records- que estaba prácticamente en quiebra, vendió alrededor de un millón de copias.

Los responsables de la discográfica le pidieron más. Antes de acabar el año, Bagdasarian improvisó toda una mitología alrededor del misterio de las voces apitufadas: se inventó un grupo imaginario formado por ardillas -Alvin and the Chipmunks (Alvin y las ardillas listadas)- y se rebautizó a sí mismo como David Seville (en homenaje a la ciudad española donde fue destinado durante sus años en el Ejército).

El resto de su vida es algo así como el Gran Sueño Americano aplicado al arte de la chorrada bien ejecutada: el primer single de Alvin and the Chipmunks vendió cuatro millones y medio de copias en siete semanas y fue merecedor de tres premios Grammy. Después vendrían apoteósicas apariciones en el show de Ed Sullivan, dos series de animación, la bendición de los Beatles para un disco de versiones, otros dos Grammys y una larga carrera discográfica en la que el hijo del artista tomó el relevo tras la muerte de Bagdasarian en 1972, demostrando que las ardillas podían atreverse incluso con Macarena o con el más puro estilo punk.

Ross Bagdasarian, creador de Alvin and the Chipmunks.
Ross Bagdasarian, creador de Alvin and the Chipmunks.ap

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