El reto de hacer volar insectos robot
Las pequeñas máquinas se usarían en operaciones de vigilancia y espionaje
Robert Wood, científico de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) ha hecho una mosca que pesa 60 miligramos, mide tres centímetros con las alas desplegadas y vuela. En realidad la mosca mecánica sólo se desplaza verticalmente y va unida por un cable a la fuente de alimentación externa. Pero Wood intenta ahora mejorar el control del vuelo del microrobot y aborda un muro muy difícil de superar: desarrollar baterías suficientemente pequeñas ligeras y potentes que proporcionen energía a estas minúsculas máquinas.
El vuelo de esta mosca artificial -tan primitiva aún- de Harvard ha sido celebrado en revistas técnicas y ha destapado, una vez más, la fascinación, el pánico y el sueño humanos ante la idea de conseguir imitar hasta tal punto las obras de la naturaleza que puedan ser indistinguibles y, tal vez, incontroladas.
La CIA desarrolló hace 30 años un artilugio del tamaño de una libélula
La idea del insecto espía que pueda observar, grabar, fotografiar, detectar y seguir a alguien sin ser descubierta -¿Quién se fija en unas moscas o unas libélulas revoloteando alrededor?- dirige las sospechas hacia los departamentos de inteligencia. Al fin y al cabo, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA), de EE UU, financia la investigación de Wood "con la esperanza de que pueda conducir a la construcción de robots invisibles de vigilancia tanto para los campos de batalla como para entornos urbanos", informó la revista Technology Review (MIT).
En el futuro tal vez haya insectos espía, o microrobots voladores que puedan equiparse como detectores de contaminantes, sensores medioambientales o buscadores de supervivientes de catástrofes en entornos peligrosos. Pero antes hay que superar los retos técnológicos que plantean, y la mayoría de los expertos duda mucho de que existan ya siquiera modelos de vuelo, informa The Washington Post. "No vale hacer un robot convencional y sencillamente encogerlo de tamaño", comentó a ese periódico estadounidense Ronald Fearing (Universidad de California en Berkeley).
Centenares de robots voladores se construyen en el mundo y se utilizan en múltiples misiones, pero son grandes, como los aviones no tripulados de reconocimiento o los que llevan sensores atmosféricos.
Remanta es un proyecto francés, en desarrollo desde 2002, cuyo objetivo es crear una especie de pájaro artificial. No es un insecto, pero ya es más pequeño que un avión. "Los microvehículos aéreos no tripulados atraen mucho interés", dicen los especialistas de Remanta. "Muchos prototipos de mini vehículos aéreos no tripulados (como aviones de ala fija y envergadura superior a 20 ó 30 centímetros) se han diseñado y construido, pero son más escasos los microvehículos, inferiores a 15 centímetros", añaden. Su pájaro mueve las alas, pero otros grupos siguen diferentes estrategias, como el vuelo de tipo helicóptero.
La idea no es nueva. La CIA desarrolló, hace 30 años, un artilugio del tamaño de una libélula con un motor de gasolina, pero no hubo forma de que controlara los vientos cruzados en vuelo y se abandonó el proyecto.
Si ya es difícil miniaturizar todos los componentes hasta el tamaño de una mosca, mucho más es imitarla en vuelo. Hay que llegar a soluciones óptimas de mecánica de vuelo y control, de aerodinámica, de materiales y mecanismos, de sistema de propulsión y de alimentación. A esto hay que añadir el reto del software, es decir, de la inteligencia, por primitiva que sea, del animal artificial. El insecto tiene que ser capaz de dirigir su vuelo, evitar obstáculos, ver, interpretar lo que ve, cumplir órdenes, etcétera. Las cosas se complican si se pretende que una escuadrilla de moscas o libélulas, o lo que sea, vuele en formación compaginando funciones y colaborando en la misión.
Si además de hacer un robot minúsculo que imite al insecto natural se pretende que sirva para algo, el reto es mayor aún. Las micromáquinas voladoras tendrán que tener antenas o sistemas de almacenamiento de datos, detectores o dispositivos de visión, cámaras y sensores apropiados para cada aplicación... Y todo esto consume energía.
Los ingenieros miniaturizan los robots hasta límites que parecían inalcanzables; los nuevos materiales ligeros y resistentes facilitan la tarea y la capacidad de los microchips aumenta. Pero los especialistas recuerdan que no se trata de hacer aviones pequeños, o incluso pájaros, a partir de las condiciones de vuelo de aparatos grandes, que se conocen bien y fabrican de modo rutinario, porque las reglas de la aerodinámica a microescala son difíciles de dominar.
La mosca de Harvard, batiendo sus alas para elevarse en linea recta, aunque sea enchufada a un cable, muestra que el insecto artificial es factible, dice Robert Wood. Será cuestión de tiempo el lograrlo, pero nadie se atreve ahora a decir cuánto.
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