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Dos obispados no llevan registro de los objetos que han desaparecido

La diócesis más esquilmada es la de Ourense. Algunas de sus piezas se han subastado en París y Madrid

"Que yo recuerde, sólo una iglesia parroquial de la archidiócesis tiene alarma", cuenta Juan José Cebrián, delegado de Estadística del arzobispado compostelano, "y sólo dos cuentan con una caja fuerte en la que guardar los objetos de valor".

"¿Cómo vamos a poner alarmas si ni podemos pagar el recibo de la luz?"
"La mejor defensa del patrimonio es que no se sepa cuál es el patrimonio"

Las cinco diócesis gallegas reconocen que su patrimonio artístico es presa fácil para el caco menos avezado y dos ni siquiera llevan cuenta de lo que les va faltando. El despoblamiento del rural y la escasez de sacerdotes no han hecho más que agravar la tendencia desde el siglo XIX. Ya no hay párrocos que habiten las rectorales, ni vecinos jóvenes de oído fino, ni canes en las proximidades de un templo que ha quedado de la mano de Dios. Sin embargo, en las parroquias gallegas sigue abundando el arte románico y barroco, aunque en muchas ocasiones los ladrones entran (a veces levantando el tejado), en principio con el único objetivo de llevarse la megafonía y limpiar de calderilla lampadarios y cepillos.

Esta última práctica, la de llevarse el dinero y aquellos objetos susceptibles de venderse en rastrillos, caracteriza los robos acaecidos últimamente en las diócesis de Tui-Vigo y Santiago. Mientras tanto, junto a este tipo de hurtos, la provincia de Ourense asiste a una constante sangría de su rico patrimonio artístico. Y quizás en esto, en realidad, tenga mucho que ver que en el obispado orensano existe un sacerdote verdaderamente preocupado por los robos, tanto en su diócesis como en la parte de la provincia (Trives, O Bolo y Valdeorras) incluida en los dominios de la catedral de Astorga.

Miguel Ángel González, canónigo archivero, mantiene al día una lista, meticulosa e informatizada, del patrimonio esquilmado y sigue de cerca el mundo de las subastas para ver si algún día recobra una imagen o "un fragmento de un retablo mutilado, desguazado", ya que nunca se venden enteros para evitar que la policía los identifique.

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El Obispado de Ourense reconoce infinitos robos en sus desperdigadas y olvidadísimas parroquias, muchos más que cualquier otra diócesis. Hace dos décadas, el episcopado publicó un concienzudo catálogo de su patrimonio y posiblemente fue ese libro el que despertó el interés por el arte entre los amigos de lo ajeno. "No cabe duda", asegura Cebrián, "de que la publicación de esa guía para ladrones fue fatal para Ourense". Según el canónigo de Santiago, también la archidiócesis elaboró un inventario completo, "y con fotografías de todos los bienes" en tiempos de Suquía, un catálogo que ahora se ha actualizado y que estos días se está digitalizando. Siendo Rouco arzobispo, en el año 84, propuso seguir el ejemplo de Ourense, pero Cebrián le quitó de la cabeza la idea: "Sería una colosal imprudencia. Sería como poner en manos de los cacos los objetos. La mejor defensa, para el patrimonio, es que no se sepa cuál es el patrimonio".

Porque otra defensa, según los obispados, no hay. "Hemos estudiado la posibilidad, pero ¿cómo van a pagar la conexión a una central de alarmas los párrocos, si ni siquiera les llega para el recibo de la luz?", se queja el archivero de Ourense. "¿Y cómo vamos a instalar cámaras, si un equipo sencillo, de tan sólo seis aparatos para cubrir todos los ángulos, cuesta 6.000 euros?". El que dice esto es el canónigo fabriquero de la catedral de Tui, José Luis Portela, el último cura gallego que ha sufrido robos en parroquias que regenta.

La enésima acción se produjo en la madrugada del 18 de noviembre. Los ladrones "desmantelaron por valor de 36.900 euros" la iglesia tomiñesa de Forcadela. Se llevaron "tres amplificadores, un DVD, un vídeo y un ventilador", pero también "el cáliz y la patena de plata y oro y la caja de los óleos". Además rompieron el programador de la campana y, como no pudieron arrancarlo, optaron por quemarlo. El sacerdote denunció los hechos a la Guardia Civil, pero "sólo" cuando decidió, días después, "contárselo a la prensa", hubo resultados. "Salió en el periódico y en 48 horas los agentes localizaron el copón en un Cash Converter de Vigo".

Después descubrió que los autores del robo eran los mismos que en ese mes habían rapiñado la capilla de Santa Trega y la iglesia del monasterio de Santa María de Oia. "Unos hermanos de Pexegueiro (Tui) que roban para pagarse la droga y que ya están en la calle". Esta banda de rateros se reparte la diócesis con "otra pandilla de Tebra (Tomiño) que desde noviembre entró en Santa María y San Salvador de Tebra, Taborda y Sobrada".

En la diócesis de Tui-Vigo los estatutos no exigen a los párrocos que den cuenta de las desapariciones del patrimonio (todo él propiedad del obispado) y a duras penas el vicario general, Jesús Gago, va guardando copia de algunas denuncias pese a que lleva "tiempo insistiendo" en que se le comuniquen.

En el caso de Lugo, según el secretario general de la diócesis, Luciano Armas, son los párrocos quienes "deben preocuparse" por el arte que se esfuma de sus 1.138 templos. Desde Mondoñedo-Ferrol, en cambio, el administrador diocesano, Ramón Otero, asegura que existe "un inventario" único en el que se registran las ausencias "importantes". Hoy, Tui-Vigo y Ourense son los obispados más perjudicados por los robos. Los otros creen que no es ahora cuando viven su peor momento. En Lugo, por ejemplo, Armas recuerda que fue hacia los años 70 cuando se vivió "un despojo permanente". Claro que estas desapariciones no siempre eran obra de personas ajenas a la Iglesia. "Muchas veces, sin mala fe pero con absoluto desconocimiento, sin saber que cometían un delito, los propios curas vendían para poder arreglar las goteras". Esta práctica continúa, por lo general no en las parroquias, sino en los conventos. Hay comunidades que incluso no saben que para llevar cualquier objeto al anticuario tienen que pedir autorización directamente a Roma.

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