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¿Qué pasó en Venezuela?

Jorge G. Castañeda

Entre parabienes enviados con cinismo o inconsciencia al "nuevo" presidente demócrata de Venezuela, y actos de auto-congratulación por la madurez de la democracia de aquel país, pasando por un optimismo beato ante el surgimiento -por fin- de una oposición unida e imberbe, la derrota estratégica (según su descarnado ideólogo de cabecera, Heinz Dieterich) de Hugo Chávez el día 2 de diciembre ha generado una gran cantidad de afirmaciones inciertas o carentes de sustento. No necesariamente falsas, sino simplemente indemostrables por el momento. Conviene agregar algunas cuantas más.

¿Qué pasó? Aunque Chávez alegue que tres millones de votantes -principalmente de bajos ingresos- de hace un año, con ocasión de la elección presidencial, se refugiaron en la abstención, esto no es del todo evidente. Más bien existen razones para pensar que un buen número de electores chavistas se trasladaron al "no", sobre todo, justamente, los pobres. La tesis convencional según la cual a mayor abstención mayor ventaja chavista, resultó falsa: el 44% de venezolanos que no salieron a votar, constituye una proporción cercana al promedio de elecciones comparables a lo largo de los últimos nueve años; por ejemplo, la abstención en el referéndum constitucional de 1999 (no el revocatorio de 2004) fue de 60%. El país esta vez no se polarizó entre pobres y clases medias. A reserva de poder escudriñar las encuestas de salida que se levantaron el domingo, todo parece indicar que una parte importante de la base social chavista lo abandonó.

La noche electoral el alto mando habría exigido a Chávez aceptar el resultado
Se especula con que Chávez pidió que el margen del triunfo opositor se redujera

Algo sucedió durante esas nueve largas horas del domingo, entre el momento en que cerraron las mesas de votación y cuando Chávez reconoció su derrota, pero no sabemos exactamente qué. Varios dirigentes opositores, así como fuentes cercanas al chavismo y a la oposición, han sugerido algunas explicaciones posibles y verosímiles. La primera, tiende a dar respuesta a un comportamiento peculiar; se antoja improbable que un presidente latinoamericano en funciones y con claros antecedentes de haber sucumbido ante tentaciones antidemocráticas, acepte una derrota por 1.4% del voto sin exigir un recuento ("voto por voto, casilla por casilla"). Lo hizo el candidato social cristiano costarricense el año pasado; lo hizo la candidata de centro derecha en Perú el año pasado; y por supuesto lo hizo El Peje [Andrés Manuel López Obrador] en el 2006. De esta premisa especulativa se derivan las versiones siguientes, compatibles pero viables cada una por separado.

Dos dirigentes de la oposición, el líder estudiantil Yon Goicoechea y Raúl Isaías Baduel, ex ministro de Defensa, han insinuado lo que aconteció esa noche. En una entrevista publicada por EL PAÍS el 4 de diciembre, Goicoechea dice: "Por la noche, y por conocimiento de ciertas reuniones de las que estábamos siendo informados, me preocupé mucho... No las puedo revelar. Algunas son confirmadas y otras no... Preferiría no comentarlas". En cuanto a que si hubo reuniones de dirigentes opositores con Hugo Chávez, respon

dió: "Me imagino, no lo sé". Y el propio general Baduel, en una entrevista con CNN transmitida el día 4 de diciembre por la mañana, evocó en términos crípticos el precedente del golpe de Estado fallido de abril de 2002. Sugirió que al igual que aquel día, las fuerzas armadas venezolanas, fieles a su tradición democrática (sic), este domingo se opusieron a un intento de "perjudicar al pueblo". Se refería al rechazo de los militares venezolanos, hace cinco años, de acatar la orden de Chávez de disparar contra los manifestantes opositores si se acercaban demasiado al Palacio de Miraflores. Y se refería -a propósito de esta jornada electoral-, a la hipotética negativa de Chávez a aceptar su derrota, ya sea por un punto y fracción, ya sea como sospechan muchos, de entre cinco y seis puntos.

De estas insinuaciones y de otras especulaciones, se desprende el siguiente escenario. Desde antes de las seis de la tarde, Chávez ya sabía, gracias a sus propias encuestas de salida y de conteo rápido, que el "no" habría ganado por entre cuatro y seis puntos de ventaja. Habría decidido negarse a aceptar este resultado, y volcarse a la denuncia de la conspiración, ya denominada Operación Tenazas, urdida por el "imperialismo", el Rey de España, Álvaro Uribe de Colombia y todas sus demás bêtes noires. Cuatro o cinco horas después, alrededor de las once, el alto mando de las fuerzas armadas le hubiera exigido a Chávez aceptar el resultado, o ser removido (recordando el papel del general Matthei en el referéndum chileno de 1988); el propio Baduel se habría comunicado telefónicamente con Chávez hacia las 11:30, para decirle exactamente lo mismo. Terminó por convencerlo.

Pero Chávez habría solicitado a cambio que el margen oficial de triunfo de la oposición se redujera a aproximadamente un punto, permitiéndole salvar cara y presentarse como un magnánimo demócrata ante el mundo. Faltaba negociar todo esto con algunos dirigentes de la oposición, asegurando que no publicitarían un resultado diferente al pactado, cuando hubieran contabilizado todas las actas en su poder. Veremos si esta versión se confirma o se desmiente.

De ser cierto todo esto -y vale la pena insistir: es solo especulación informada- Baduel estaría reencarnando el papel del contralmirante Wolfgang Larrazabal en 1958, cuando la caída de Marcos Pérez Jiménez, preparando el camino para una especie de "chavismo sin Chávez". En efecto, muchos integrantes del alto mando castrense quizás se han preguntado más o menos lo siguiente: "lo que nos gusta del chavismo es la posibilidad de enriquecernos y convertirnos en la ya famosa Boliburguesía, repartir algo de los excedentes del petróleo entre los sectores populares, y ser un poco más independientes de Washington. ¿Por qué diablos debemos pelearnos con la iglesia, entre nosotros mismos, con Juan Carlos I, con Álvaro Uribe, con Aznar, con Fox, con Toledo y García, con Bush y el Senado brasileño, con los estudiantes y con CNN, y aliarnos con Ahmedinejad y Castro, para lograrlo? ¿Por qué no continuamos haciendo lo primero y evitamos lo segundo? De preferencia con Chávez, si aprende a estarse quieto, pero sin él si no puede". De ser así, la respuesta a la pregunta sería incontrovertible: como diría Juan Gabriel, el gran canta-autor mexicano, qué necesidad.

Jorge Castañeda fue secretario de Relaciones Exteriores de México y es profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York.

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