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El futuro de la UE

Brown intenta desairar a sus socios pero acaba rubricando el tratado

El primer ministro británico firma en solitario en un gesto de pragmatismo

Los conservadores Margaret Thatcher y John Major basaron sus relaciones con Europa en la confrontación. Tony Blair optó por las grandes declaraciones de amor, pero mantuvo los mismos tintes nacionalistas y se acercó a Washington en perjuicio de Bruselas. Gordon Brown mantiene lo nacional como prioritario, pero parece alumbrar una tercera vía en las formas: ni confrontación ni cantos de sirena; sólo indiferencia. Mantiene también el pragmatismo y, aunque en solitario, ayer acabó firmando en Lisboa el nuevo Tratado Europeo, horas después de que lo hicieran sus socios.

Su decisión de llegar tarde a la firma destila planeada indiferencia
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La decisión de llegar tarde a Lisboa fue deliberada. Su objetivo era distanciarse del nuevo tratado, dar la impresión de que el Reino Unido come aparte y no supedita la agenda doméstica a la europea. La política británica es puro teatro, pero la representación elegida por el primer ministro es demasiado evidente para ser creíble: problemas de agenda al coincidir la firma con una comparecencia en los Comunes. Si algo dominan los políticos británicos es la agenda. Blair era un gran actor; Brown, no.

Pese a sus diferencias en las formas, los cuatro últimos primeros ministros británicos han tenido la misma política europea: anteponer los intereses nacionales, diluir la unión política ampliando el ámbito geográfico de la construcción europea, mantener el veto en las cuestiones esenciales. Sus balances son siempre una mezcla de frío y calor. Thatcher firmó el Acta Única, pero impuso el cheque británico y envenenó las relaciones con los aliados continentales. Major dio luz verde al Tratado de Maastricht y la Unión Monetaria, pero dejó a la libra fuera del euro y a los británicos sin Carta Social, y siguió exigiendo el pasaporte en las fronteras a los viajeros procedentes de la Unión Europea. Blair adoptó la Carta Social, pero mantuvo a la libra fuera del euro y los controles fronterizos, se agarró como Thatcher al cheque, le dio la puntilla a la Constitución europea en cuanto franceses y holandeses la dejaron malherida, y se enfrentó a la Vieja Europa para defender los intereses de George W. Bush en Irak. Su inicial europeísmo acabó rozando el escepticismo.

¿Qué va a hacer Gordon Brown? En lo básico, lo mismo que Blair, pero con formas más frías. Brown siempre ha estado donde acabó Blair: pragmatismo proeuropeo, pero nada federalista. Aunque lleva ya cerca de seis meses como primer ministro, todavía no ha viajado a Bruselas. Hoy lo hará por primera vez para participar en el Consejo Europeo que cerrará la presidencia portuguesa.

Su gesto de ayer, llegar deliberadamente tarde a la firma del nuevo tratado, destila planeada indiferencia: si hay que firmar, se firma, pero sin alegría. Es una posición estratégica, pero también táctica, con vistas a la ratificación. Brown se ha desdicho del compromiso de Blair de someter a referéndum el proyecto de Constitución europea. Como ya no hay Constitución, ya no hace falta referéndum, sostiene. En realidad, no hay referéndum, porque es casi seguro que el Gobierno lo perdería.

El primer ministro se refugia en las rebajas introducidas en el tratado para renunciar al referéndum, pero sobre todo en las cautelas adicionales negociadas por el Reino Unido en los temas más delicados. Por eso, a Brown le venía bien ayer comparecer por la mañana en el Parlamento con una sonrisa de oreja a oreja, dando prioridad a lo británico, y firmar por la tarde el tratado en solitario, como si se hubiera hecho especialmente para él.

Su gesto quizá le dé réditos en el futuro, pero la reacción inicial ha sido muy negativa. Los conservadores le acusaron de cobarde por no dar la cara en la firma del nuevo tratado y los europeístas lamentaron que su gesto no hará sino incrementar la pérdida de influencia de un Gobierno cada vez más alejado de Europa y de un país en el que el euro no existe y en la frontera no distinguen si el viajero procede de Bruselas o de cualquier otro sitio del mundo.

El primer ministro británico, Gordon Brown, en la firma del tratado.
El primer ministro británico, Gordon Brown, en la firma del tratado.AP

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