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Crónica:OPINIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Respuesta para Kosovo

En el próximo decenio, dos nuevos países se convertirán en miembros de la UE: Serbia y Kosovo

Timothy Garton Ash

Si Rusia no deja que la ONU dé su autorización, lo mejor que puede hacer Kosovo es una "declaración coordinada de independencia" bajo los auspicios de la Unión Europea.

En algún momento del próximo decenio, dos nuevos países se convertirán en miembros de la UE. Se llamarán Serbia y Kosovo (o tal vez Kosova, que es como prefieren llamarlo los albano-kosovares). Los cronistas se darán cuenta de que, hasta ahora, uno de estos dos países formaba parte del otro. La Serbia que se incorpore a la Unión Europea será una Serbia recortada, una sombra de lo que era antes, como Austria tras la I Guerra Mundial. Será la culminación de un largo recorrido por un valle de sangre, sudor y lágrimas. En las próximas semanas, cuando la independencia de Kosovo vuelva a estar sobre el tapete, tendremos seguramente más sudor y lágrimas; pero si todas las partes ejercen el sentido común, es posible que evitemos nuevos derramamientos de sangre.

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Este resultado final no será del todo equitativo, como lo sería en un tribunal de justicia ideal. La historia no funciona así, sino que imparte una justicia dura, en el mejor de los casos. Han sufrido y han muerto serbios inocentes, lo mismo que han sufrido y han muerto albano-kosovares inocentes. Recuerdo lo asfixiados que estaban estos últimos bajo el látigo de Slobodan Milosevic. Mientras escribo tengo ante mí unas fotografías que hice yo mismo de familias desplazadas, casas en ruinas, sangre en la nieve. Tuve ocasión de hablar con madres desconsoladas que se estremecían entre los escombros. Pero también soy consciente de lo que han perdido los serbios. Los exquisitos monasterios ortodoxos, esas joyas arquitectónicas de Decani, Gracanica y Pec, son algunos de los primeros lugares que visité en los Balcanes, hace más de treinta años, y siguen siendo de los lugares más bellos de lo que, en una época más religiosa, llamábamos esta tierra de Dios. A partir de ahora, pese a todas las cláusulas de protección establecidas en los acuerdos internacionales que se proponen para Kosovo, esos sitios serán islas en el interior de otro país, a las que sólo se podrá llegar a través de un territorio habitado y controlado por quienes son, al menos por el momento, un pueblo hostil.

No sé cómo se puede hacer un balance histórico que permita decidir si este resultado es justo. Y el asunto de quién tiene derecho a la autodeterminación, y en qué circunstancias, es un dilema que los liberales tratan de resolver desde hace 160 años, sin conseguirlo. Sin embargo, hay dos cosas que puedo afirmar con seguridad. La primera, que el máximo responsable individual de que los serbios tengan que sufrir esta pérdida es Slobodan Milosevic -oja-lá se pudra en el infierno-, con la ayuda y la complicidad de dos criminales de guerra que aún permanecen en libertad, Radovan Karadzic y Ratko Mladic. Nunca olvidaré las palabras que un monje melancólico me dijo en el monasterio de Decani pocos días después de que la invasión de la OTAN obligara a las fuerzas serbias a marcharse, en el verano de 1999. Era Slobodan Milosevic -dijo aquel clérigo ortodoxo serbio- quien "no sólo había perdido Kosovo, sino que había destruido por completo a su propio pueblo, física y espiritualmente".

La segunda cosa que puedo decir con confianza es que éste será el resultado menos malo no sólo para Kosovo, sino para la propia Serbia. Los serbios, en la práctica, dejaron de ejercer cualquier soberanía real sobre Kosovo en aquel verano de 1999, con la excepción de las zonas controladas por ellos al norte del río Ibar. En el fondo, casi todos los serbios saben que Kosovo está perdido, pero casi ningún político está dispuesto a reconocerlo abiertamente. Kosovo es una herida enconada en la política serbia que impide que los políticos, funcionarios y periodistas del país se concentren en lo que verdaderamente afecta al bienestar de sus conciudadanos. Es verdad que se trata de una amputación; pero a veces, incluso con la tecnología médica del siglo XXI, cuando un paciente tiene una extremidad destrozada y con gangrena es mejor que se la quiten.

Lo importante ahora no es si éste es el mejor resultado, sino cómo lograrlo. La mejor vía está bloqueada por la intransigencia de la Rusia de Putin. Dicha vía -por la que tanto trabajaron el enviado especial de la ONU para Kosovo, el ex presidente finlandés Martti Ahtisaari, y otros negociadores- habría consistido en una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para bendecir el llamado Plan Ahtisaari. Un plan que prevé una independencia supervisada para Kosovo, con amplia protección y autonomía para los lugares sagrados, comunidades y municipios serbios. Rusia no hace ningún favor a los eslavos ortodoxos de Serbia ni a sí misma con su obstinación; pero siempre ha tenido esa actitud empecinada, y seguramente seguirá teniéndola, dado el resultado de las últimas elecciones legislativas.

El peor camino posible sería que el nuevo Gobierno kosovar, encabezado por el líder del Ejército de Liberación de Kosovo, Hashim Thaci, se precipitara a realizar una declaración unilateral de independencia, una UDI. Tal declaración podría suscitar una reacción furiosa por parte de los extremistas serbios y la población serbia al norte del río Ibar, y la indignación de las autoridades de Belgrado (sobre todo, en vísperas de una elección presidencial), tal vez incluso con un bloqueo energético y comercial; para no hablar de la posible retórica de la retribución con la que podría responder la llamada República Serbia en Bosnia.

La mejor vía hacia adelante que tiene hoy posibilidades, vista la falta de cooperación de Rusia, es la que los principales negociadores llaman DCI, una declaración coordinada de independencia. El nuevo Gobierno kosovar avanzaría hacia su ansiado objetivo en el curso de los tres próximos meses, pero en estrecha coordinación con la Unión Europea y otros socios internacionales. Habría que acordar el calendario y la forma. Los albano-kosovares unirían explícitamente su histórica proclamación a la aceptación del Plan Ahtisaari y contarían con una nueva oficina internacional que supervisara la marcha del proto-Estado, una presencia continuada de la OTAN para garantizar la seguridad y el compromiso de aprobar una Constitución liberal y proteger los derechos de la minoría. Si Thaci tiene el valor y la prudencia necesarios dejará inequívocamente claro su compromiso multiétnico mediante la inclusión de unas cuantas palabras generosas y bien escogidas en serbio para conmemorar la ocasión.

Aunque cuenta con el respaldo de Estados Unidos, la OTAN y, en la medida en que Rusia lo permite, la ONU, la Unión Europea sería la principal responsable de poner en marcha estas decisiones -al fin y al cabo, Kosovo está en Europa, no en Wisconsin- y de situarlas en el contexto de una futura incorporación como Estado miembro. Pero esa perspectiva no debería estar limitada a Kosovo. Hay que extenderla a toda la región.

La UE acaba de firmar lo que, en la jerga comunitaria, se denomina un "acuerdo de estabilización y asociación" con Bosnia, un paso importante para la posible entrada en un futuro. La Unión debe despejar cualquier duda, mediante una labor diplomática pública dirigida al pueblo serbio, de que está completamente dispuesta a hacer lo mismo por Serbia... al día siguiente de que entregue al primero de los dos criminales de guerra, Karadzic y Mladic. Es más, lo ideal sería convencer a los kosovares de que esperen hasta después del 3 de febrero, la fecha actualmente prevista para la segunda ronda de la elección de presidente en Serbia, con el fin de asegurar que no haya un último espasmo emocional entre los serbios capaz de catapultar a un extremista al sillón presidencial en Belgrado (en cambio, no debe permitirse que Serbia siga dando largas a la independencia de Kosovo mediante el aplazamiento de las elecciones).

Es decir, la declaración coordinada de independencia de Kosovo, que se produciría como muy tarde en febrero de 2008, iría acompañada de esta firme oferta europea a los serbios: intercambiar los escasos vestigios de soberanía formal sobre Kosovo por la posibilidad real de un futuro mejor dentro de la UE. De palabra, los serbios seguirán negándose; en el fondo de sus corazones, es posible que empiecen a decir que sí. -

www.timothygartonash.com Timothy Garton Ash es catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

El líder del Partido Democrático de Kosovo (PDK) y primer ministro, Hashim Thaçi.
El líder del Partido Democrático de Kosovo (PDK) y primer ministro, Hashim Thaçi.EFE

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