Pop comercial a mucha honra
La Quinta Estación intenta conquistar España tras arrasar en Suramérica
No conviene tener fe ciega en Wikipedia. O sí. La biografía de La Quinta Estación en la enciclopedia libre de Internet desvela la crueldad de los compañeros de colegio de la cantante del grupo, Natalia Jiménez, de 25 años: "Era alocada y juguetona pero le llamaban fea". Dato correcto: "Es verdad. Me ponían a parir", reconoce Natalia con una amplia sonrisa y cruzada de piernas sobre el sofá de su discográfica. "Caía mal. Ahora lo llaman acoso escolar, pero cuando llegaba a casa con el ojo morado, mis padres no me hacían mucho caso. Creían que era por intentar llamar la atención".
Segundo dato correcto: con 17 años, la cantante ganó un concurso de talentos en el que competía con bandas de heavy metal. "Sí, tenía un grupo de blues con el que solía tocar en el metro. Una vez, nos llamaron para actuar en un concurso de Torrelodones
"Nos ha sido más fácil tocar en Nueva York que en Murcia"
pero la banda se asustó. Fui sola e improvisé tres canciones. Gané a los grupos heavies y me dieron una copa". Evidentemente, Wikipedia también tiene datos incorrectos: hay un buen párrafo sobre Sven, el cuarto miembro desaparecido de La Quinta Estación, que ahora reclama los derechos de algunas de sus canciones. "Eso lo habrá escrito él, porque todo lo que dice es mentira", explica Pablo Domínguez, bajista de 26 años. "Es un gañán", remata Natalia.
En cualquier caso, ese componente fantasma se ha quedado sin vivir el asombroso ascenso de este trío madrileño reinventado a sí mismo como un superventas mexicano. En 2001, en el local en el que ensayaban en Madrid, recibieron una llamada. Al otro lado de la línea y del charco una discográfica multinacional les ofrecía un suculento contrato. Grabaron un disco en Madrid, Primera toma, y lo metieron en la maleta rumbo a México, un país en el que la piratería musical se come el 85% del mercado.
Desde allí, y tras dos discos superventas (que suman casi un millón de ejemplares), han conquistado Suramérica y parte de Estados Unidos. Y sus padres casi sin enterarse. "Les llamábamos y les decíamos que acabábamos de actuar ante 15.000 personas en el DF y hasta que no lo veían por Internet no se lo creían", recuerda Natalia. Hasta el año pasado, en España nadie había oído hablar de ellos. "Somos un grupo mexicano. Para nosotros ha sido más fácil tocar en Nueva York que en Murcia", cuenta el guitarrista, Ángel Reyero, de 27 años. "Aun así, ahora preferimos hacer giras aquí", continúa Ángel, "porque en los controles de inmigración de los aeropuertos de EE UU tratan a los latinos como delincuentes. Sólo nos gusta tocar allí por la gente".
Lo normal sería que faltase espacio en sus casas para colocar tanto galardón. Pero no. Han ganado varios (en 2006, un Billboard latino y este año un Grammy latino). "Aunque no nos han enviado ninguno", aseguran. De ahí que anoche no resultase extraño que no se despegaran ni un segundo de la estatuilla del premio Ondas que les fue entregado como mejor grupo latino.
Tanto galardón tiene mucho que ver con su último disco, El mundo se equivoca, grabado "con la técnica de mecagoendiez", dice el guitarrista. ¿Cómo? "Porque lo grabamos superrápido. Yo no he pasado más de cinco horas en el estudio", reconoce. Trece canciones que juguetean con un pop amable para todos los públicos y que ahora se incluyen en una caja especial con sus dos últimos discos y un DVD en directo. Perfectamente empaquetadito para las navidades. "Somos un grupo comercial y estamos orgullosos", reconocen al unísono.
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