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Reportaje:

Sin riesgo no vale la pena

Lee Konitz, legendario saxofonista, sigue, a sus 80 años, comprometido con la perpetua sorpresa del jazz

El día en que cumplió 80, Lee Konitz hizo su presentación neoyorquina a dúo con un joven pianista semidesconocido en una caja de zapatos sin ventanas pero con apariencia de club de jazz. Sin servicio de bar pero con un piano decrépito que parecía de un primo de los Monster. Interpretaron una pieza de improvisación atonal de una hora ante una audiencia que no daba crédito. Se diría que el legendario saxofonista pareció encontrarse más a gusto aquel día que el de unos meses después en que la profesión le tributó un homenaje multitudinario en el Carnegie Hall.

Todo lo cual viene a ejemplificar algo sabido en los círculos jazzísticos: Konitz mantiene el mismo espíritu inconformista e indomable de sus primeros días. "No he inventado nada, no trato de ser original, sólo sincero", dice.

"Lejos de pretender inventar algo, siempre he tratado de ser sincero"
"Nunca he tocado lo que los demás. No me interesa seguir el guión"

El saxofonista se dio a conocer a mediados de los cuarenta de la mano del visionario pianista y compositor Lennie Tristano. Juntos hicieron historia. Casi sesenta años después, el saxofonista visita Madrid en el marco del Festival de Jazz que, en su último fin de semana en el Centro Cultural de la Villa tiene otra cita mañana con el sentir nórdico del Esbjorn Svenson Trio. Konitz mantiene el aspecto de ciudadano anónimo al que el destino parece habérsela jugado. "Tengo siempre la sensación de ser el invitado a la fiesta. Me gusta pensar en mí mismo como un acompañante. Incluso cuando lidero me gusta colocarme detrás de la sección rítmica. No dar siempre la cara".

Con todo, su discurso no puede ser más individualista. "Nunca he tocado lo que los demás. No me gusta seguir el guión, los tempos rápidos ni el rollo competitivo. Improvisar es una cosa y lo que hacen algunos músicos de jazz tocando mecánicamente, otra muy distinta. La mayoría entiende que la improvisación debe prepararse. Mi forma de prepararme es no prever nada en absoluto. Se trata de olvidar todo lo que has aprendido y crear a partir de cero y que la idea que te acaba de brotar te lleve a donde menos te esperas. Sentir el vértigo ante la nota errada. Sin riesgo no hay jazz. Si no hay sorpresa, no vale la pena".

Escuchándole, no extraña que Konitz se haya granjeado tantos admiradores como detractores furibundos. De Ray Brown a Brad Mehldau o John Zorn, quien le llamó para contribuir a su "colección judía". "Lo que grabé no le valió porque no era 'suficientemente judío", dice. "Di las gracias y me fui. No me gusta demasiado la música judía, me gusta la música". Siempre y cuando, cabría añadir, ésta sea bella. Como la procedente del repertorio de standards. Aunque de ello resulte tocar noche tras noche las mismas piezas. "A menudo me preguntan si no me aburro de tocar All the things you are. Me fascina darle vueltas a una melodía, y encontrar una que funcione para eso no es fácil... Siempre estoy tratando de cambiar, aunque esté tocando por enésima vez un tema. Lo más importante es no repetirse: por eso trato de evitar las frases hechas. A veces lo consigo, otras no, pero lo intento. ¡Gracias a Dios el jazz no es un arte perfecto!".

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