Más que un hombre, todo un género

La última vez que escuchamos esa voz inconfundible, clavando cada palabra, interpretando un texto con apabullante magisterio, creando atmósfera, fue hablando de las esencias y los rituales del fútbol en anuncios publicitarios al servicio de una cerveza. Un año antes le vimos, pero sobre todo le escuchamos con la boca abierta, en el impagable documental (o lo que sea) La silla de Fernando, haciéndonos el perdurable regalo de hablar con sabiduría, humor, sarcasmo, transgresión y gracia de su relación con el alcohol y con las mujeres, la vida nocturna y los pecados nacionales, el teatro y el cine, la guerra y la posguerra, las patrias y la religión.
Por mi parte, sentí una envidia monstruosa hacia sus amigos, la desolación de no haber tenido la oportunidad de escuchar en vivo y en directo a ese narrador y conversador excepcional, a una inteligencia superior expresando su libre y experimentada visión de las personas y las cosas.
Desaparece una opinión con poder legitimador, brillante y anticonvencional
No recuerdo ninguna decepción con él, aunque la película fuera infame
La muerte de Fernando Fernán-Gómez va mas allá de la desaparición de un actor tan identificable como excelso, de alguien que imprimía verdad y complejidad a cualquier personaje que interpretara, del creador de algunas de las películas más inquietantes y conmovedoras del cine español, de un articulista y escritor tan personal como inagotable.
Desaparece un insustituible símbolo de la mejor cultura, una opinión con poder legitimador, anticonvencional y brillante, heterodoxa y libertaria. Ese concepto tan enfático, patriótico, de pompa y circunstancias, denominado una tragedia nacional, adquiere significado, realidad y sentido constatando que ya sólo nos queda el legado de Fernando Fernán-Gómez en los vídeos, los libros y los DVD, que ha desaparecido una persona que formaba parte de las mejores señas de identidad para mucha gente de este país. Me gusta ver y escuchar al actor Fernán-Gómez en blanco y negro y en color, en películas alimenticias o prestigiosas, en las que sólo aportaba su profesionalidad y en las que parecía sentirse implicado, en comedia y en drama, en personajes bondadosos o malvados, en faceta cómica y en faceta trágica, metiéndose en la piel del hombre de la calle o dando vida a gente excepcional, exteriorizando e interiorizando, histriónico o cotidiano, pintoresco o desamparado, parlanchín o receptivo, castizo o intimista, ganador o perdedor.
No recuerdo ninguna decepción con él, aunque el guión o la película fueran infames. Me ocurría lo mismo que con José Isbert, con Marcello Mastroianni, con Robert Mitchum, con Cary Grant. Su presencia siempre es gratificante, desprende autenticidad, está por encima del bien y del mal. Pero voy a recordarle siempre con mucho agradecimiento por su creación de tres ancianos memorables. El tan sabio como cálido de Belle époque, el maestro humanista, librepensador y finalmente masacrado de La lengua de las mariposas y el moribundo enloquecido y obsesionado con ajustar torturadas cuentas con su pasado de En la ciudad sin límites.
Pero inevitablemente soy selectivo con las películas que dirigió. Hubo de todo e imagino que cualquier cosa que llevara la firma de talento tan poderoso se presta a la revisión o a la sorpresa. Cada vez que me he topado con La vida alrededor y La vida por delante me confirman que son inteligentes y agridulces. El mundo sigue se parece demasiado a la vida y continúa provocando cierto malestar y miedo. Refleja el color grisáceo o tirando a sombrío de una época ingrata, gente frustrada o mezquina, sueños y esperanzas definitivamente rotas.
Te asombra cómo es capaz de mezclar esperpento y realismo, humor negrísimo y piedad subterránea, costumbrismo sórdido y perversión fetichista en esa película inquietante y admirable titulada El extraño viaje.
Existen toneladas de comprensión y de sentimiento en ese emotivo y desolado retrato de perdedores que viajan incansablemente a ninguna parte, de la patética supervivencia y el doloroso anacronismo de los cómicos de la legua.
Empieza a resultarme esquemático o superfluo analizar los múltiples dones de este hombre renacentista. Se ha muerto Fernán-Gómez. Todo el mundo sabe lo que eso significa y está de luto. Era uno de los tres más grandes. Nos quedan Berlanga y Azcona.

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