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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Espejismo en Annapolis

Con Israel en su estado de displicencia habitual y los palestinos más enfrentados que nunca, se enfila la última recta ante la conferencia de Annapolis (EE UU) prevista para el próximo día 26. Si hace unos meses se anunciaba como la gran iniciativa de paz en Oriente Próximo del postrer Bush, ha ido deshinchándose como un globo pinchado por la realidad a medida que se acerca la fecha.

El líder israelí, Ehud Olmert, enfermo e investigado por la justicia, se ha hartado de decir que sólo espera de la reunión un satisfecit que dé paso al verdadero comienzo de las negociaciones. Y el presidente palestino, Mahmud Abbas, hace como que no oye mientras insiste en exigir un compromiso de principio sobre la solución del conflicto: retirada israelí a las líneas de antes de la guerra de 1967, Jerusalén-Este como capital de un Estado palestino, y algún acuerdo sobre los refugiados. Abbas exhorta, paralelamente, al derrocamiento de Hamás, el movimiento terrorista que domina en Gaza. El lunes pasado, agentes de seguridad de aquel grupo palestino dispararon sobre una multitud de seguidores de Fatah, que conmemoraban en la franja el tercer aniversario de la desaparición del fundador Yasir Arafat, causando ocho muertos.

Tan ausente de expectativas está la reunión que hasta parece que no le importe ni poco ni mucho a uno de sus actores principales, el ex premier británico Tony Blair, representante del cuarteto (EE UU, Europa, ONU y Rusia) en el conflicto. Y es que sin un acuerdo interpalestino, incluso lo poco que produzca Annapolis, como puede ser una declaración conjunta y la promesa israelí -la enésima y siempre incumplida- de no crear nuevos asentamientos y desmantelar otros, no puede haber negociaciones de paz dignas de tal nombre. Por eso, Annapolis es el nombre de un espejismo.

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