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Arte expoliado por los nazis se subasta para pagar deudas

Una familia judía necesita vender sus cuadros recuperados

Isabel Ferrer

El primer destino de las obras de arte expoliadas por los nazis a los coleccionistas holandeses durante la II Guerra Mundial fue penoso. Debían engrosar el museo ideado por Hitler para el Tercer Reich y acabaron en depósitos secretos hallados por los aliados tras la contienda. La segunda etapa del largo viaje de vuelta a sus dueños legítimos resultó más serena.

El coleccionista tenía obras de Rembrandt, Rubens, Tintoretto o Lippi

Custodiadas temporalmente por el Estado, miles de piezas decoraron durante decenios los museos nacionales. La tercera y última estación, al menos en el caso de la familia de Jacques Goudstikker, el marchante más señalado del país, ha resultado paradójica. Después de recuperar el pasado año 202 cuadros "por razones morales", han subastado la mitad para pagar a los abogados que les ayudaron a conseguirlos.

El caso Goudstikker es muy significativo porque su heredera, Marei von Saher, es la nuera y no mencionó las elevadas minutas de los letrados al saludar en 2006 una restitución histórica que afectó a los fondos de 14 museos estatales. Sin embargo, menos de un año después de hacerse legalmente con los cuadros, aseguraba que la subasta de la mitad de una colección "que hubiera preferido conservar" evitaría ser demandada por sus propios asesores legales. Dicho y hecho. La venta fue organizada a escala internacional por la casa Christie's en tres capitales, Nueva York, Londres y Ámsterdam, con grupos de telas escogidos en función de su valía. Los más importantes para las dos primeras citas. El resto fue para la capital holandesa, donde ayer concluyó el largo camino recorrido por los cuadros, en su mayoría del siglo XVII y de pintores tan reconocidos como Salomón van Ruysdael o Jan van Goyen. Según cálculos de la propia Christie's, la triple venta ha reportado a la familia 12,4 millones de euros.

Con los cuadros no vendidos, que Marei von Saher ha elegido en función de las "sensaciones que le producía contemplarlos", piensa organizar exposiciones itinerantes. El inesperado giro dado por la colección Goudstikker podría explicarse, al menos en parte, por lo prolongado de la pugna jurídica protagonizada por las autoridades holandesas y los descendientes del marchante. Dueño de una selecta tienda en Ámsterdam, en su agenda de ventas resaltaban las firmas de Rembrandt, Rubens, Tintoretto, Lippi, Cranach, Giotto o Hans Memling. Su esposa, Désirée, murió sin recuperar las obras, vendidas a los nazis, a pesar de haberle pedido al Estado holandés en 1947 que restableciera las que hubieran sido salvadas. En 1952 llegó a un acuerdo sobre un grupo de cuadros y las autoridades consideraron cerrado el caso. Fue un final a medias que sólo la tenacidad de Marei von Saher y los trabajos de la Comisión holandesa para la Restitución de Obras de Arte, que aconsejó la devolución, consiguieron cerrar. El golpe definitivo, de todos modos, lo han dado los subastadores.

El marchante de arte Jacques Goudstikker.
El marchante de arte Jacques Goudstikker.

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