Contestador automático
Los patriotismos no pueden convertirse en contestadores automáticos. En todo debate y conflicto existen razones complejas, que deben sopesarse caso por caso. La clásica virtud cívica que es el patriotismo se degrada cuando se convierte en un prejuicio automático, que no atiende a estas razones complejas. Muy a menudo el patriotismo español ha puesto su propio contestador automático: España siempre tiene razón. Pero algunos sectores del catalanismo han optado por uno contrario -España nunca tiene razón- con resultados a veces inquietantes.
En dos casos recientes, una parte del catalanismo ha automatizado sus respuestas hasta entrar en contradicción con los principios históricamente proclamados. Son el debate sobre Ceuta y Melilla y la reacción ante el incidente con Hugo Chávez en la Cumbre Iberoamericana. Un sector del catalanismo ha aplicado el principio de que los adversarios de mis adversarios son mis amigos y se ha identificado, por rechazo a la posición de las instituciones españolas, con actitudes y razonamientos alejados de su tradición.
El catalanismo no puede alinearse con los que consideran que las fronteras están dictadas por la geografía o la historia
Empecemos por Ceuta y Melilla. El rechazo a la exaltación patriótica que ha acompañado la visita de los Reyes de España ha llevado a sectores catalanistas a compartir razonamientos con los que desde Marruecos defienden la inequívoca marroquineidad de las dos plazas africanas. Es decir, a alinearse junto a los que en Marruecos defienden que la geografía manda sobre las fronteras por encima de deseos y opciones de los ciudadanos. Entiendo que el catalanismo no puede compartir los argumentos que defienden la españolidad de Ceuta y Melilla por imperativo de la historia, también por encima de lo que opinen los afectados. Pero cuando se defiende que Ceuta y Melilla son españolas porque quieren serlo y se considera que el principal argumento es la opinión de los interesados, el catalanismo debe mostrarse de acuerdo. Es el reconocimiento del derecho a decidir. Y los que deciden son los interesados, no todo el cuerpo electoral español o marroquí. En todo caso, el catalanismo debería subrayar la contradicción española cuando no acepta en otros casos lo que defiende en Ceuta y Melilla: que son los ciudadanos afectados los que tienen el derecho a decidir. Y no hablo sólo de Gibraltar.
Continuemos por la Cumbre Iberoamericana. El catalanismo siempre ha presumido de su permanente carácter democrático. Por tanto, no puede ver con simpatía la figura de Hugo Chávez y mucho menos puede contemporizar con sus insultos a Aznar, llamándole fascista. Con Aznar es posible estar en desacuerdo. Pero no es fascista. Algunos han aportado como prueba que fue elegido democráticamente. Para mí, la prueba es que fue sustituido democráticamente. A veces los fascistas ganan elecciones. Hitler las ganó. Pero los fascistas nunca pierden elecciones: cuando tienen los mecanismos del estado en sus manos o acaban con las elecciones o las corrompen en un marco de falta de libertades. En eso, Aznar lleva ventaja a Chávez. Las urnas le hicieron presidente y las urnas sacaron a su partido del poder. Chávez, metido en una reforma constitucional que sus partidarios defienden a tiros, todavía no puede decir lo mismo.
Por coherencia histórica, el catalanismo no puede alinearse ni con los que consideran que las fronteras están dictadas por la geografía o la historia, al margen de la voluntad de las personas, ni con los que proponen una alternativa populista a la democracia. Algunos sectores entran en contradicción porque aplican el contestador automático: todo lo que hace España es malo; todo lo que se hace frente a España es plausible. Se puede ser catalanista, e incluso independentista, sin aplicar este contestador automático. Cuando se hace desde el catalanismo, se debe criticar también desde el catalanismo. Y espero que el patriotismo español pueda criticar sus propios contestadores automáticos.
Vicenç Villatoro es escritor.
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